Los arroyos limpios y los lagos de aguas cristalinas que se describen en melodías del pasado subsisten solo en las letras de canciones. La contaminación causada por las personas e industrias está destruyendo atractivos paisajes de nuestro país.
Resulta imposible conocer a una persona junto al lago azul de Ypacaraí, como hacía referencia Demetrio Ortiz, en su canción “Recuerdos de Ypacaraí”; debido a que el agua de este lugar actualmente es verde. De igual forma, es imposible asomarse al arroyo Mburicaó y olfatear el dulce aroma al que se refería José Asunción Flores en la música que compuso en honor al cauce hídrico asunceno.
Hace falta solo una pequeña lluvia, que traiga consigo un raudal, para que la gente arroje allí sus desechos. Ni mencionar las empresas encargadas del sacrificio de animales y procesamiento de carne, los famosos mataderos que, sin ninguna empatía hacia la naturaleza, contaminan arroyos y lagos con sus residuos.
“El agua es del cielo y el cielo es de Dios, por lo tanto está limpia”, dejó entrever un bañista que dio un chapuzón en las aguas del río Paraguay, pese a las prohibiciones por el mal estado del agua. Quizás, las gotas de este líquido vital caigan limpias del “paraíso”; no obstante, la misma gente que desea refrescarse con un chapuzón en los días de calor, ensucia el agua. Latitas de cerveza, botellas de plástico y, muchas veces, hasta pañales usados de criaturas constituyen algunos de los contaminantes que se lanzan a los arroyos.
El hombre que se dio un baño en la playa de la costanera de nuestra capital, pudo haber aplacado el calor que sentía. Pero también el bañista se expuso a numerosas enfermedades de la piel, debido a las bacterias que tiene el río.
A pesar de las multas y las sanciones, los arroyos, ríos y lagos cada vez se contaminan más. “Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde”, dice una famosa frase; tal vez, cuando ya no se pueda disfrutar un platillo de pescado, al costado del puente Remanso, o sea imposible caminar en la costanera por el mal olor del río, la gente dirá “ya es hora de no contaminar más".
Sin embargo, cuando llegue ese momento, quizás sea tarde y ya no se puedan recuperar los cauces naturales de agua que se perdieron, como ocurre con el azul de las aguas del lago Ypacaraí, que solo queda en canciones y fotografías del pasado. Cuidemos lo bonito de nuestro país, de modo que no tengamos que llorar ante los desechos que nos acorralan.
Por Alejandro Gauna (18 años)