Olvidarse de realizar una tarea para el colegio o confundir documentos en el trabajo constituyen algunos errores que cometemos a lo largo de nuestra vida. Ya sean mínimos, como una desobediencia infantil, o cruciales, relacionándose a cuestiones laborales, los pequeños tropezones resultan naturales, por no llamarlos inevitables, y los problemas nacen cuando nos atormentamos por algún desliz cometido en la rutina.
De esta manera, los días pueden pasar, pero cometer un error y ser reprendido por ello pueden repetirse como un disco rayado, haciendo que toda nuestra capacidad esté en la cuerda floja, tendiendo a caer en la inseguridad a causa del descuido momentáneo. “Pude haberlo hecho mejor” o “mi desempeño se ve estancado” son frases que resuenan para sepultar la posibilidad de superar obstáculos.
¿Quién no aprendió a andar en bicicleta luego de algunas caídas o cuántas veces tuviste que equivocarte hasta aprender al dedillo las tablas de multiplicar? Nos empecinamos en ver los errores como férreos enemigos destructivos, pero olvidamos que los mismos nos acompañan en nuestro trayecto cotidiano, haciendo posible nuestro aprendizaje o mejoría.
Las pifiadas pueden verse como algo positivo e incluso se podría sacar alguna ventaja de ellas. Un ejemplo claro es el mito, bien conocido por muchos, acerca del origen de la sopa paraguaya.
Cuentan que el plato preferido de Carlos A. López era el tykuetï o sopa blanca, preparada a base de huevo, queso, leche y harina de maíz. Un día, la cocinera del mandatario cometió el error de agregar mucha harina de maíz a la mezcla, volviendo pastosa la comida favorita de López. Después de calentar el nuevo menú en el tatakua, la mujer acercó el plato al presidente, quien quedó muy satisfecho con el resultado y terminó bautizando a la equivocación como “sopa paraguaya”.
Un descuido puede verse como un problema insuperable, pero si utilizáramos los errores para mejorar nuestra situación, obtendríamos resultados inimaginables y, en el caso de la culinaria paraguaya, deliciosos. Por otro lado, un estudio realizado por psicólogos de la Universidad de Michigan y publicado por la BBC indica que la inteligencia es algo en lo que se puede trabajar, si aprendemos de las fallas.
“Experiencia es el nombre que damos a nuestros errores” constituye una frase atribuida al escritor irlandés Oscar Wilde, demostrando el lado positivo de nuestras equivocaciones, ya que estas podrían proporcionarnos mayor conocimiento para evitar futuros deslices. Confundir algo o pasar por alto algún proceso elemental son cuestiones inevitables, solo debemos decidir si los utilizaremos como complemento para el crecimiento personal o permitiremos que nos estanquen indefinidamente.
Por Macarena Duarte (17 años)