Paradojas, confusos ejercicios mentales que alimentan la curiosidad

Si uno dijera que el movimiento no existe o que un gato puede estar vivo y muerto a la vez, la mente de muchos se quedaría aturdida. Entre complejas afirmaciones, las paradojas son una buena manera de alimentar la curiosidad y ejercitar el intelecto.

El filósofo griego Zenón graficaba la inexistencia del movimiento a través de una paradoja que tiene por protagonistas a un hombre y una tortuga.Imagen extraída de la web
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En su concepción original, proveniente del griego, la palabra paradoja significa “contrario a la opinión común”, algo que se escapa de los parámetros esperados. Actualmente, este vocablo se emplea cuando una situación cotidiana parece muy compleja o, en el caso más acertado, para referirse a planteamientos que desafían el intelecto de quien los oiga.

En este sentido, el filósofo griego Zenón graficaba la inexistencia del movimiento, teoría propuesta por su maestro Parménides, a través de paradojas; dos de ellas aún son muy conocidas y tienen por protagonistas una flecha y una tortuga.

El pensador planteó que, si se dibuja la trayectoria de una flecha y se divide en segmentos de un segundo cada uno, se puede apreciar que la flecha está quieta por lo que, en cada instante, no hay movimiento. Aparentemente, Zenón aguró la invención de las películas celuloide al final del siglo XIX, en las que, a través de la veloz proyección de sucesivas fotografías estáticas, los personajes de los filmes parecen moverse.

El segundo caso nos traslada a la más primitiva carrera del conejo y la tortuga, con evidentes variaciones a la fábula de Esopo. En primer lugar, hay que imaginar una línea de meta en la que, mientras un humano todavía se encuentra calentando, se lanza a la tortuga tiempo antes que la persona, para que la misma tenga alguna ventaja.

Para cuando el corredor haya partido, la tortuga se encontrará lejos del punto inicial y, al momento en que la persona alcance ese punto, la tortuga ya habrá recorrido otro tanto. De esta manera, por pequeña que sea la diferencia entre un participante y otro, el humano nunca podría alcanzar al animal, según la filosofía parmemídea.

Aunque, tal vez, las proposiciones expuestas puedan parecer ridículas desde la superficie, el debate en torno a la resolución de lo planteado envolvió a varios matemáticos y curiosos a lo largo de los siglos.Por otra parte, una de las paradojas más famosas y difíciles de comprender es la de Shrödinger, un científico austríaco que buscaba explicar conceptos de la física cuántica a través de un curioso experimento.

Si se coloca un gato en una caja, en compañía de una botella de gas venenoso y de una partícula radiactiva que tiene 50% de probabilidades de desintegrarse, ¿el gato sigue vivo o ha proferido su último maullido?

Si la partícula en verdad se desintegra, destruiría la botella, matando al animal; sin embargo, existen iguales oportunidades de que nada de esto suceda y, al abrir la caja, el felino salga ronroneando elegantemente. La aún misteriosa física cuántica abre las puertas a que los dos desenlaces sean posibles, al mismo tiempo; es decir, hasta que no se levante la tapa del recipiente, el gato está vivo y muerto a la vez.

Tanto filósofos como científicos han teorizado que esto abre las puertas a la existencia de más dimensiones con situaciones semejantes, pero diferentes sucesos; no obstante, para nosotros los simples mortales, no queda más que sentir pena y alegría, a la vez, por el paradójico final del gato ficticio. Lo importante es que ahora tenés en qué pensar o, de otra forma, ya podés confundir un rato a tus amigos.

Por Belén Cuevas (17 años)

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