Las ganas de salir adelante fueron la inspiración principal de Ever Ibarra quien, desde temprana edad en su Nueva Italia natal, ayudaba a sus abuelos en la venta de remedios yuyos para llevar el pan de cada día a la casa. “Todo lo que soy es gracias a mis abuelos, ellos me enseñaron en carne propia a luchar por mis sueños, a pesar de las dificultades; esto fue lo que me ayudó a conseguir mi título de licenciado en enfermería”, comenta Ever.
El joven empezó a interesarse por el ámbito de la salud desde los 15 años; de esta manera, se postuló para las becas de Itaipú y, al ser uno de los seleccionados, fue más llevadero el peso que generan los gastos de la carrera de enfermería. “Solo me preocupaba por el viático, algunas copias y la diaria dedicación a mis estudios, pues quería cumplir la promesa que hice a mis abuelos de ser el mejor egresado de mi promoción, propósito que, finalmente, pude conseguir”, expresa Ever.
El actual enfermero se dedicó a la venta del pohã ñana hasta los 18 años y, al iniciar sus estudios universitarios, empezó a trabajar los fines de semana como chofer de colectivos y guardia de seguridad a fin de cubrir sus gastos personales. “Salía de mi casa a las 4:30 h y a las 7:30 llegaba a la facultad; sin embargo, cuando empecé con la pasantía, todo fue más desgastante porque volvía a mi hogar a las 23:00, pero ahora puedo ver con mucha satisfacción el resultado de esos sacrificios”, indica el joven.
Asimismo, durante el tiempo en el que Ever se desempeñaba como practicante, estuvo más cerca de la realidad que se vive en los hospitales, donde sintió una mezcla de emociones al ser partícipe de las constantes necesidades de las personas. “El hospital es un mundo aparte y las cosas que pasás allí son infinitas, variando entre buenas, malas, tristes y alegres. Mi trabajo de grado estuvo enfocado en las fallas que se pueden observar en los centros de atención; la infraestructura y el desempeño del personal son las principales falencias”, señala el profesional.
El joven destaca la labor de los enfermeros y los doctores pues, en más de una ocasión, fue testigo de la solidaridad de los mismos, quienes donaban lo que podían para facilitar medicamentos a varios pacientes. “Los enfermeros tenemos una gran responsabilidad con la vida de las personas; esta profesión no es para cualquiera, pero si de verdad te gusta, debés luchar por ella”, menciona Ever.
Ibarra ya se desempeña como enfermero pero, por ahora, ofrece sus servicios de asistencia médica a domicilio, con la firme esperanza de conseguir su doctorado y trabajar en la parte pública. “De a poco fui escalando hasta conseguir pequeños logros que me dan una gran satisfacción; mi objetivo principal siempre será ayudar a las personas y aunque las dificultades estén inmersas en esta profesión, desistir no es una opción para mí", finaliza Ever.
Por Macarena Duarte (17 años)