Escuchemos al hijo querido

El Evangelio de hoy es conocido como el de la Transfiguración de Jesús, cuando Él invita a tres apóstoles y va con ellos al monte Tabor para orar. Por ende, muestra la necesidad de la oración comunitaria y familiar, o sea: querer rezar con los otros.

audima

No podemos negar la importancia de la oración individual y de la meditación personal; sin embargo, no tenemos que dispensar la comunitaria, y de modo especial, la Eucaristía de cada domingo.

Jesús va a la montaña para estar con el Padre y nos enseña que para que este diálogo sea profundo hay que crear algunas condiciones exteriores, que dependen del ser humano.

La Cuaresma es un tiempo favorable donde hemos de establecer hora y local oportuno para encontrarnos con Dios, para escucharlo y progresar en nuestra propia trasfiguración. No desperdiciemos esta oportunidad y tengamos en cuenta una grave advertencia: no se rechazan impunemente los dones del Señor.

En este ambiente, donde el rostro de Jesús cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante, una voz proclamó: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.”

“Escuchar al Hijo Elegido” es una tarea para la vida entera y un reto para todos los momentos, pues no podemos manipular el Evangelio de acuerdo a nuestros antojos.

Al ser humano le resulta difícil, tal vez incómodo, escuchar al otro, pues esto significa conceder espacio dentro del propio corazón y tener la humildad de valorar al otro, de considerar que la opinión y sentimiento del otro es importante, incluso, puede ser más confiable que el nuestro.

Tal vez por eso no queremos dialogar sinceramente, es decir, escuchar con el corazón a nuestra pareja, a nuestros hijos y a nuestros compañeros de trabajo.

Escuchar a Cristo Jesús también no es fácil, pues Él nos orienta para librarnos de nuestro egoísmo y de nuestras irresponsabilidades, y chirimbolo curioso: a veces, no queremos ser sanados.

Cristo es la Palabra que debemos oír y practicar, para que no pase lo que san Pablo habla preocupado a los filipenses: hay quien tiene el vientre como su dios y su gloria está en lo que es vergonzoso.

Escuchando al Hijo con espíritu generoso, vamos realizando nuestra propia transfiguración, dejando la condición de seres materialistas para ser más desapegados y solidarios.

También vamos realizando la transfiguración del mundo, que no puede seguir con tanta violencia, y tantas politiquerías miserables, sino que debemos construir el bien común.

Con estas acciones, en alguna medida, ya disfrutamos de nuestro Tabor, que en el futuro será felicidad interminable.

Paz y bien

Lo
más leído
del día