Lo que sorprende no es solo el desparpajo de sus palabras, sino la falta de empatía y humanidad hacia quienes enfrentan realidades más duras que las de ellas. En el primer episodio tenemos a un albañil (con antecedentes penales) trabajador en el cementerio de la Recoleta, quien fue “pillado” en el lugar cocinando tres muslos de pollo, cinco morcillas y un par de chorizos versus una conocida cocinera y consejera del SNPP.
Convengamos que hacer asado en un cementerio es una idea “poco convencional” porque el lugar tiene un significado emotivo muy fuerte para quienes van a visitar a sus difuntos y por cuestiones de salubridad. Ante la escena, la cocinera increpó al trabajador, exponiéndolo en redes sociales como un gran delincuente; como si este acabara de decretar el autoaumentazo de los parlamentarios o descontado sus haberes a funcionarios municipales y no transferir a la Aso ni a la caja de jubilaciones. En suma, como si fuera un criminal.
Tres muslos de pollo... ¿Era para tanto? No. No era necesario. Bastaba con decirle que eso no estaba bien y que llevara su parrilla a otra parte y hacer los reclamos por los conductos formales. La ignorancia no es excusa para los ilícitos, pero criminalizar la pobreza tampoco está bien.
En el segundo episodio tenemos a la ministra del MOPC quien ante reclamos por la suba del peaje en la sureña ciudad de Coronel Bogado (capital de la chipa), desestimó las quejas y provocó la indignación entre los chiperos quienes trabajan en la zona y que ante el aumento tendrían pérdidas económicas.
A esto la secretaria de Estado respondió de manera irónica que “eso” se “solucionaba” aumentando el precio de la chipa. Un desacierto mayúsculo al desconocer la realidad de los trabajadores y el impacto social de su aumentazo, que, por cierto, es una canallada atendiendo a que las rutas están cada vez en pésimo estado.
En lugar de tender puentes o trabajar para cambiar lo que está mal, estas figuras públicas optaron por humillar y exponer a quienes no tuvieron las mismas oportunidades educativas o económicas que ellas. ¿No debería ser su misión corregir desigualdades sin pisotear la dignidad de los más vulnerables? La sociedad necesita líderes que construyan, no que juzguen desde su pedestal del privilegio coyuntural.