Quizás fue un capricho del destino que estos grandes hombres fallezcan en la misma fecha, o tal vez el hado celestial lo haya querido de esa forma. “Bendita la desgracia si viene sola”, como gustaba de decir la abuela.
Ambos llevaron la magnificencia, calidad, grandeza a la vez que cuidado al mínimo detalle de todo lo que hacían a niveles excepcionales. Cada uno, desde su ámbito de acción e influencia, fue un actor social preponderante, y marcaron de forma indeleble a las personas y grupos con los que interactuaban.
No siempre la tuvieron fácil, y no siempre contaron con el apoyo que caracterizó la última década y media de su prolífica labor. Los que conocieron de cerca a Trento, sabían de su carácter irascible, incapaz de tolerar nada que no estuviera perfectamente realizado, sea la atención a los enfermos terminales, sea la administración de la fundación que presidía.
Koki también conoció detractores, que no comulgaban con su visión social y su pasión por reivindicar los valores culturales y religiosos populares a través del arte. Ambos supieron lo que se siente nadar contra la corriente, y ambos son un ejemplo de perseverancia ante los obstáculos. Y los dos vencieron.
Aldo Trento era dueño de un carácter que lo llevaba a encarar frontalmente las cosas, y esto formaba parte de su particular forma de ser. Recaló en el Paraguay allá por el ‘89, para no irse nunca más. Y a partir de la Fundación “San Rafael” que se creó en 1.999 y dirigió personalmente por casi 40 años, llevó adelante obras destinadas a ayudar a los grupos más carenciados y relegados de la sociedad.
Exigente consigo mismo, exigente con los demás, el Padre Trento no transigía. Y esta forma de ser y hacer las cosas inspiraron las Tres Reglas por las que se rige la parroquia San Rafael y toda su obra: “Callos en las rodillas” por rezar, “callos en la cabeza” en el sentido de obrar a partir de la racionalidad del pensamiento y no la mundanidad y por último “callos en las manos” como consecuencia de escribir, trabajar y hacer.
A diferencia del Padre Trento, que falleció muy lejos de la ciudad de Belluno, que lo vio nacer en su Italia natal, el entrañable Koki Ruiz, también conocido como Delfín Roque Ruiz Pérez, murió cerca de su querido San Ignacio Misiones.
Dentro de su creativa vida artística, en la que fue reconocido por su compromiso con el progreso social y fortalecimiento del arte a través de los valores comunitarios, abordó varios temas que tuvieron singular repercusión. Destacó la fe popular a través de manifestaciones artísticas relacionadas a la cultura del pueblo, la religiosidad, la naturaleza y la historia, en cada una de sus obras.
Su popularidad se disparó cuando construyó el magnífico altar para la visita del Papa Francisco en el 2015, causando admiración en el mundo entero. También creó la Barraca de Tañarandy, lugar de congregación de miles de feligreses en cada Semana Santa.
Ambos apasionados, los dos absolutamente comprometidos con su obra, dejan un legado muy grande que ahora hay que continuar. ¿Cómo olvidar al Padre Trento, instruyendo a los voluntarios en los comedores sociales? Paseándose entre los cientos de personas que acuden allí a recibir un plato de comida, servida con mucho respeto y cuidando no solamente la salud de los beneficiarios, sino también su dignidad como personas.
¿Cómo olvidarnos de Koki, cuando las imágenes del altar hecho de puras semillas le dieron la vuelta al mundo? Gente como ellos trasciende por lejos este ámbito terrenal, y como que comienzan a adquirir otra dimensión cuando fallecen.
La labor bien hecha a lo largo del tiempo se encargó de encontrar discípulos, de manera tal que continúe su marcha. Todas las alegorías cristianas celebradas en la Semana Santa en Misiones tendrán continuidad, de eso no cabe ninguna duda. Tampoco los ancianos, niñas madres y gente en situación de calle que fueron amparados por la Fundación San Rafael van a quedar relegados. Toda esa obra seguirá su curso.
La obra de estos dos Grandes trasciende el tiempo y los vaivenes políticos, como así también vanidades de algunos grupos o intereses mezquinos de otros. Están mucho más allá, y los que de alguna manera pudimos colaborar con ellos o admirar sus obras, sentimos muy dentro nuestro que hacerlo fue un enorme privilegio para nosotros. Inspirados en ellos, que la labor continúe.