Legislar la IA

Desde que a mediados del siglo XX, se comenzaron a dar los primeros pasos hacia lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial Generativa, han corrido torrentes algorítmicos bajo el puente tecnológico. Algunos suponen, tal vez por desconocimiento de lo que realmente es la IA, que esta tecnología representa algún tipo de riesgo o amenaza. ¿Es realmente así?

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La explosión del uso de la IA para actividades diversas, incluyendo el periodismo es motivo de debate, análisis y sobre todo de preocupación. Estas preocupaciones se despliegan en tres teorías: la que sostiene que la IA es una herramienta nociva y dañina que solo sirve para las fakes e inventos para favorecer o desfavorecer a un sector; la que toma como lo que es: una herramienta que ayuda a optimizar tareas que de otra manera llevarían más tiempo humano en su proceso. Y la tercera que cree que la IA viene para sustituir a los seres humanos.

Alvaro Liuzzi, especialista en el tema, nos recuerda en su obra Periodismo IA que “que toda nueva tecnología nos ha obligado a renunciar a alguna capacidad humana”. Como ejemplo cita la llegada de la imprenta, por cuya causa la habilidad de copiar manuscritos y la creación manual de libros disminuyeron, cediendo espacio a la impresión mecánica.

Esto a su vez dio espacio a la generación de otras tecnologías que crearían nuevas habilidades humanas frente al desafío de “fabricar” libros sin la necesidad de escribir “de puño y letra” con tinta y pluma. Históricamente, las mismas preocupaciones aparecieron con la irrupción de la radio, la televisión, internet y más recientemente, las redes sociales. Guste o no la IA se ha instalado en nuestra vida cotidiana y su uso supone buena dosis de responsabilidad, ética y transparencia.

En un intento de frenar los efectos negativos de su uso irresponsable, la Unión Europea y Perú, han sido unos de los primeros adelantados en legislar sobre el tema. Sin embargo, los enfoques han sido diferentes respecto al alcance, a los riesgos y al proceso de promulgación. Se diría que Europa lo abordó de manera más profunda y Perú se quedó en el impacto social.

Como sea, son ejemplos que se pueden aplicar a nuestro país, que en materia tecnológica se encuentra desfasado y precisa de un marco que cuanto menos refleje preocupación del Estado por el uso responsable y la optimización de una herramienta tan potente como lo es la IA.

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