Si yo fuera diputado

Más allá de que sean de partidos o movimientos con los que tenemos o no afinidad, como también al margen de que por diferentes razones nos caigan mejor o peor, la gestión de la Cámara de Diputados es lamentable, y en esto coincidimos todos. Lo que no es poco decir en un país con enormes cismas, de orígenes tanto remotos como de data no tan larga.

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Con honrosísimas excepciones, que siempre las hay, los miembros de la cámara baja no solamente no están a la altura de lo que se espera de ellos, sino que lo demuestran abiertamente. Discusiones estériles, conductas inapropiadas y un nivel de debate bajísimo, justifican plenamente lo que muchos expertos vaticinaban desde antes de las últimas elecciones nacionales “el nivel del legislativo será tan paupérrimo que vamos a extrañar a los que tuvimos en otros periodos parlamentarios”. Y así mismo fue.

Sin necesidad de contratar videntes ni pitonisas, prueberas ni adivinadoras, esto se veía venir. ¡Increíble! La manera en que, apenas juramentados, asuman papeles y cometan abusos, avalados por todo un esquema protegido bajo un paraguas ruin que se podría resumir en “hoy por mí, mañana por ti”, blindándose de esta forma y quedando una vez más en claro que a partir de la Constitución del ‘92 pasamos de una dictadura militar a otra legislativa.

Con el mismo desparpajo de nuestros representantes, hace un par de lustros el guatemalteco Ricardo Arjona presentaba una canción en la que refería al tema con triste realismo y sin faltar el componente de la resignación latinoamericana ante los abusos. “Si yo fuera Diputado” nos decía el basquetbolista devenido a trovador, manifestando luego que con buenas intenciones promovería la industria nacional, pero sin olvidar a los ciudadanos “comunes”. Un adjetivo que por cierto se volvió odioso desde que un legislador paraguayo lo puso de moda.

Muy rápido se olvidaron del voto popular estos personajes… En un solo viaje a los Estados Unidos, justificado por el propio presidente de la Cámara, gastaron lo que no ganan en un año los médicos, anestesistas y enfermeras que salvan vidas en los hospitales públicos. ¿Cómo justificar esto? Pero, convengamos que es difícil escracharlos en un país donde miles esperan en el aeropuerto a su equipo clasificado a la final de alguna copa… pero no podemos juntarnos entre 100 para exigirles que rindan el dinero del pueblo paraguayo que malgastaron en viáticos. Para meditarlo…

La letra de la canción es interesante, y el guatemalteco, quien a pesar de su fama se define como un “aprendiz de cantautor”, continúa diciendo que buscaría devolverle al pueblo algo que le han quitado y que en derecho le corresponde. Complicado devolver derechos que nunca se aprendió a asumir, y que, por lo tanto, parecerían no haberse internalizado realmente.

¡A todo dar! Así habría sido el viaje de las chicas y muchachos a los Estados Unidos, y durante el mismo no se privaron de nada. De lo que sí van a privarnos es de cualquier tipo de informe acerca de qué fueron a hacer exactamente y cómo retornará aquello en forma de beneficio para el Paraguay. Irónicamente, muchos de ellos no saben a qué Estado fueron, ni cómo es el sistema político de ese país. Pero eso sí, hicieron lindos tours en compañía de algunos pares latinoamericanos. ¡Viva la Pepa!

Volviendo con Arjona, al cantante le gusta recurrir a las metáforas, y alude a quienes pierden el tiempo buscando flores en la basura. Aquí debo discrepar con él, ya que muchas organizaciones sociales trabajan con sectores vulnerables y los resultados siempre vuelven a sorprendernos. Sin ir más lejos, en el barrio que circunda el vertedero de Cateura viven cientos de niños, y muchos de ellos accedieron a estudiar música a través de una organización. Además de cambiarles la vida, surgieron de allí músicos muy prometedores, lo cual evidencia que solo es necesario encaminar proyectos con honestidad y los resultados se dan por sí solos.

Donde no vamos a encontrar flores es en el Congreso, ni tampoco “enanos con estatura”. Sí encontraremos gente que ayer nomás se presentaba como “uno más entre los comunes” pero que apenas probada la miel del cargo -mal llamado público- se olvidaron de los ideales que decían perseguir para correr tras otros, pero los propios.

Es gratificante saber que hay algunos jugadores “diferentes” dentro de ese equipo, pero a la hora de votar los proyectos no hacen el número suficiente. Son de esos pocos que no sucumbieron -y esperemos no lo hagan- ante las tentaciones que surgen y detrás de las cuales parecería que están luego a la pesca la mayoría de ellos.

Si yo fuera diputado” nos termina diciendo Arjona, haría lo posible por dejar mi impronta durante el tiempo que ocupe el curul. Y me esmeraría en no ser un pasajero más de este tren, sino que ejercería mis funciones con dignidad, intentando ser un ejemplo para los demás. Porque finalmente, este es un viaje que tiene fin, y el pasaje, tarde o temprano, se termina pagando.

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