El político no puede abandonar la política. Porque si deja la política pasará a ser un vulgar delincuente. Ya no podrá robar, pues habrá perdido su sagrada protección política. O, si dejara la política, debería ponerse a trabajar honestamente, para lo cual los políticos no tienen la menor preparación.
El político es solo útil a su patrón político y, por extensión, a sí mismo, mientras se mantenga leal a dicho patrón. Roba para la corona y, de paso, le cae un generoso goteo. O, si es “legislador”, legisla para poderosos y muerde una sustanciosa propina. Así ocurre en municipios, gobernaciones, entes públicos y organismos de todos los poderes institucionales. En esos lares reinan la coima y el escamoteo o arte de robar con agilidad y astucia, según el Diccionario.
En este paisaje, el político ansía llegar al Olimpo del poder para vivir bien a costa de los pobres infelices que le votan a sabiendas de que les va a robar. Le votan con la esperanza de que, al robar, ese político les haga gotear algo. Así, los políticos viven bien a costa de los que viven mal esperando vivir mejor alguna vez (vana esperanza).
Sistematizada durante la dictadura estronista y “democratizada” durante la transición, la corrupción es hoy una condición casi inherente al político; al oficialista y sus satélites. Toda utilización de bienes públicos en provecho propio es un hecho de corrupción. Es un robo.
Una patota de diputados acaba de ir de juerga a Estados Unidos a un costo de unos 266 millones de guaraníes pagados por los výros que los miramos retozar en sus redes sociales. Ese despilfarro criminal en un país de carencias extremas fue autorizado por el presidente de Diputados en un acto de corrupción. Un robo. Es un dinero gastado en un jolgorio sin beneficio alguno para la ciudadanía. Pero la patota marcará fidelidad a la figura del titular de la Cámara. Tierna podredumbre. También viajó a USA una senadora opositora, invitada, pero pagada por nosotros. Vaya chiste.
“Fueron a aprender”, dijo el presidente de Diputados con esponjoso cinismo. ¿Qué podrían ir a aprender en un crucero estos individuos a muchos de los cuales ni siquiera habíamos oído nombrar antes de este caso?
La consigna en la gavilla oficialista que encabeza este desaguisado llamado gobierno del Paraguay pareciera ser “Robad y multiplicaos”. Pueden robar impunemente, porque la política les blinda. La lógica del chipá argolla. Redondita la cosa.