El kurupa’y de la Plaza de Armas

La Plaza de Armas de Encarnación guarda un tesoro de gran valor desde el punto de vista de la naturaleza y de la historia. Un enorme kurupa’y, que por desidia de las autoridades municipales se está muriendo paulatinamente, invadido de vegetación parásita que se apropia de su tronco y ramas.

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Cuenta la historia que –no sabemos hasta qué punto es leyenda– bajo la sombra de ese kurupa’y formó la tropa al mando del prócer Fulgencio Yegros, el 19 de mayo de 1811, para dirigirse a Asunción, durante la gesta de la Independencia Nacional.

Recordemos que Yegros comandaba un cuartel militar que entonces estaba asentado en lo que es la actual Plaza de Armas, de ahí el nombre.

En junio de 1980, por resolución número 121 del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), este árbol fue nombrado “monumento natural”. Era ministro entonces el recordado y valorado Hernando Bertoni, y José Marcial Caballero era el intendente municipal.

Una placa recordatoria instalada en el lugar, en el marco de la Semana del Árbol, celebrada entre el 12 y el 19 de junio de ese año, menciona que el reconocimiento obedece a los 195 años que ese kurupa’y llevaba brindando su sombra a tantas generaciones. Esto es, un cuarto de siglo antes que Paraguay se declarase independiente del reino español, este árbol ya estaba en este lugar que originariamente fue habitado por una comunidad mbya guaraní, y que luego, en 1843, sería el epicentro de la nombrada “Villa Encarnación”, por el gobierno de los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso.

Este recuento histórico es al solo efecto de hacer una suerte de “composición de lugar” del lugar –valga la redundancia– que ocupa este añejo monumento natural en la historia de la ciudad.

Si bien es cierto que el proceso natural de la vida es imposible detener, y que este añoso árbol está sufriendo el paso natural del tiempo, como todo cuerpo viviente, mediante cuidados adecuados y manteniendo la salud en buenas condiciones, se puede lograr preservarlo por muchos años más todavía.

Según entendidos en la materia, podando los gajos ya secos y deteriorados, y limpiando sus ramas de las plantas parásitas que la invaden se puede revigorizarlo y recuperar en algo sus condiciones de salud.

A las autoridades municipales compete hacer algo en el tema, son los responsables del cuidado como patrimonio de la comunidad. Por desidia, falta de visión, se está dejando morir un recurso natural de gran significación histórica, que además constituye un invalorable atractivo turístico para la ciudad.

jaroa@abc.com.py

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