El dogma climático lo es porque impone como verdad que el aumento de las temperaturas terrestres tiene como causa la actividad humana, sin evidencia científica chequeada alguna. Imponen la censura para tratar de impedir que se sepa que hay controversia sobre esto y que se controvierta esto como corresponde al método científico.
Es un dogma en todo semejante a la “revelación” de los cristianos y, como en el cristianismo, es el fundamento de una religión en toda regla pues sobre dicho dogma se articulan mandamientos, sacramentos y listas de pecados (eventos que contribuyen a la “salvación”).
Y se usa, como durante el Oscurantismo cristiano, para excluir y someter a los menos pudientes, que en la versión moderna vigente en el Reino Unido no pueden afrontar los costos exorbitantes que artificialmente se imponen para hacer cosas normales como estacionar en determinadas zonas urbanas condenándolos al transporte colectivo, a la pérdida de individualidad e independencia.
También como en el Oscurantismo, una casta, los onegeceros, se erige como juez, con fuerza coercitiva, para decidir quiénes pueden transgredir las “nuevas” reglas y quiénes deben ser castigados por hacerlo: Las indulgencias.
Baste recordar la entrevista que BBC África le hizo a Bill Gates en febrero de 2023, en la que dicho sujeto reivindicó su privilegio de volar en un avión privado mientras aumenta los costos de volar en aviones comerciales para los comunes.
Ahora anunciaron el cierre de la última planta de carbón de producción de energía eléctrica aquí en Reino Unido. Un país que era independiente en su abastecimiento energético se convierte, por decisión de gobiernos (mayormente “conservadores”) integrados por fanáticos del dogma climático, en dependiente de fuentes del extranjero o inestables como las energías solar y eólica.
El resultado, como en Alemania, es un aumento de los precios de la energía, la elevación de los costos de producción, la emigración o cierre de las industrias, la eliminación de fuentes de trabajo, la expansión de la pobreza y el asistencialismo prebendario y la decadencia. Los ricos no lo sentirán. Lo sentirán los pobres, a los que se obliga a dejar de tener ingresos reales pagados por productores, lo cual conviene también a las élites que están imponiendo este aberrante sistema de dominación.
La hiperregulación climática, pero también cultural, cumple el mismo propósito que los mandamientos, sacramentos y las listas de pecados en el cristianismo (de hecho los mandamientos, sacramentos y los pecados son una hiperregulación “desde la cuna hasta la tumba”, la concupiscencia castigando incluso los deseos interiores): Someter a la gente a un estado de culpa permanente y obediencia consecuente.