Este régimen, acarreado por el movimiento que responde al altisonante nombre de Honor Colorado, está conformado en buena medida —especialmente en el Congreso— por personajes extravagantes que más semejan caricaturas de una serie de Hanna-Barbera: Los Picapiedra, el Oso Yogui, Don Gato y su Pandilla. Tom y Jerry. Y no se trata de alusiones denigrantes al aspecto físico, sino a lo disparatado en la forma de actuar.
Los verdaderamente grandes no se molestan por algún “marcante” que les pongan. Isaac Kostianovsky afirmaba que un periodista paraguayo, que tenía el excéntrico nombre de Orosimbo Ibarra, le había puesto a Eligio Ayala el mote de El Breve, por su estatura. Cuenta la leyenda que una de las pocas veces que se oyó una carcajada de don Eligio fue cuando se enteró de quién le había puesto tal apodo. Orosimbo era conocido por su sentido del humor: era tan pobre que él mismo se hacía llamar Doctor Oro.
El Congreso Nacional, al cual el adjetivo “honorable” le cuadraría más como un sarcasmo de Dario Fo, es fuente fecunda de humoradas que, lastimosamente, se convierten en dramas si tenemos en cuenta que terminan siendo leyes que, al final, apuntan más a lo nefasto que a lo favorable para el país. Lo del seguro VIP, por ejemplo.
En su libro Diccionario del paraguayo estreñido, Helio Vera definía lo que es el Parlamento, y una de las acepciones señala: “Mercado de la compraventa de votos para la aprobación de leyes”.
La perla de Honor Colorado en el Congreso, la Comisión Garrote, recibió de la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios la información de que en el 2023 las ONG manejaron unos 1.700 millones de dólares.
Alarmado, la joya del Quincho, Jatar, puso cara de discípulo de Heidegger y con su lenguaje de Tarzán soltó: “No podemos dejar que esta cantidad de dinero sea utilizado sin transparencia. Nos deja en lugar de tener miedo de estar en terrorismo de Estado” (sic). Algún pensador honorcoloradiano debe avisarle que el terrorismo de Estado procede del Estado y no de las ONG. Además, en esos 1.700 millones hay varios milloncejos fagocitados por las ONG de los muchachos, como OPACI o el Cenáculo de Leite y muchos más.
Del paseo en andas del ario Dionisio en el Mercado 4 y las 2.500 selfis ni hablemos. El propio Dario Fo se asustaría, pues su sátira política se vería, aquí en el Paraguay, rebasada con todo “honor” por el absurdo político. ¡Indignados del mundo, reíd!