Imaginamos que en esos días de la delincuencial avivada festejó durísimo hacia su valle. La publicación de la compra de un cero kilómetro formaba parte de un capítulo digno de admirar, como si fuera un hito, poniéndose como ejemplo ante el pueblo paraguayo utilizando palabras relacionadas con la perseverancia y el trabajo arduo. Todo parecía de película hasta que un periodista se puso a “escarbar en su patio” y comenzaron a salir a la luz los montos que en papeles habían cobrado los familiares de esa tragedia con dos muertos y el llamativo crecimiento económico de la orgullosa gestora. Justo ya otra vez la prensa le jugó una mala pasada.
La madre de uno de los fallecidos decía que su vecina le ayudó a cobrar un poco más de 30 millones de guaraníes, mientras que el cheque era en realidad por 400 millones de guaraníes, al sumar el otro cheque se llegaba a 800 millones. Algo no cuadraba y las imágenes del vehículo recién adquirido por la gestora daban unas pistas interesantes.
Cuando ya todo era evidente, y los posibles hechos punibles comenzaron a sonar por todas partes, es donde aparece la posibilidad de devolver dinero y la figura de un acuerdo para tratar de imponer que “aquí no ha pasado nada”. Lo triste de la situación es que ni siquiera devolvió la totalidad de lo cobrado, pero de igual manera logró la firma de las familias de las víctimas fatales. De haber avanzado en el Congreso el proyecto de Ley de Esgaib –que perdona a los corruptos–, tal vez tendríamos en frente al primer caso en el que se devolvió en efectivo tras caer in fraganti, por lo que automáticamente se merece un trato casi de perdón por parte de la ciudadanía. Es más, todos creemos que posiblemente el mismo proyecto se presentará nuevamente con retoques en el futuro, solamente esperamos que los cambios no sean algo así como: “pedir perdón al excelentísimo funcionario corrupto por haberlo descubierto robando”. Todo es posible.