Santiago Peña está embarcado en el objetivo de hacer lucir al Paraguay como el paraíso para futuros inversores. Frente a los empresarios dibuja las bondades de un país, que según los índices del Banco Mundial, liderará el crecimiento económico en Sudamérica este 2024. Y se lo aplaudimos, claro que sí.
Lo que no podemos hacer es desentendernos de las cuestiones que siguen lastimando la institucionalidad de un país que en menos de un año vio a la clase política avasallar todo tipo de normas, bajo el manto protector de una mayoría parlamentaria que, así las cosas, seguirá haciendo de las suyas por cuatro años más.
Pero en medio de su oasis personal, Peña y su entorno no pueden escapar al escarnio de quienes siguen muy lejos de estar mejor tal como el novel presidente se cansó de prometer en campaña. Los escraches ciudadanos son constantes y traspasan las redes sociales haciéndose sentir en las calles. Que lo diga el intendente Óscar Rodríguez, imputado por supuesta lesión de confianza y asociación criminal, a quien la ciudadanía exige explicaciones sobre el destino de nada menos que G. 500 mil millones.
Resulta que el presidente tampoco pudo escapar al malestar de la gente de a pie y en un día que era de festejo, los jóvenes aprovecharon su presencia en el escenario para hacerle sentir el enojo de un sector que se siente excluido. Y es que horas antes, el mandatario compartía con jóvenes afiliados a su partido en un ambiente mucho más cordial tal y como acostumbra.
Ojalá ese pequeño baño de realidad le sirva al Presidente para abandonar su lugar de comodidad y comience a pisar tierra y enfrentar la calle, accionando frente a los problemas que aquejan diariamente a los paraguayos, como el transporte público deficiente, la creciente inseguridad y la falta de oportunidades que empuja especialmente a los más jóvenes a buscar una salida fuera de un país rico, pero mal distribuido.
Es a esta gente a la que el presidente debe defender y ya no más a un Erico Galeano o un Óscar Rodríguez, de quienes la Justicia debe hacerse cargo con la independencia que garantiza un Estado que funciona.
Santiago Peña no se tiene que olvidar de que ocupa el cargo de Presidente porque las reglas electorales jugaron a su favor, pero más de la mitad de los votantes se volcó a otras opciones, en una clara muestra de hartazgo hacia un partido que sigue sosteniendo un sistema corrupto y desigual.