Intendentes que fueron responsables de que un techo caiga sobre un aula llena de alumnos, autoridades cuyo patrimonio creció exponencialmente desde que se encuentran en el cargo, ministros que ampliaron de manera importante sus bienes y otros tantos que ocultan las cosas con los prestanombres. Sin ninguna duda hay casos difíciles de probar, y son más difíciles cuando nuestra bandera es la impunidad. La semana pasada un nuevo “milagro” evitó que niños mueran en un aula cuyo piso se hundió y se descubrió que tenía abajo un antiguo pozo de agua.
Esa impunidad que consiste en dejar pasar los casos más escandalosos de corrupción –muchos de ellos llegaron a ser filmados en flagrancia– porque pensamos que la justicia se encargará. El error más común es esperar que los casos que ingresan al sistema de justicia corran solos, sin darles un seguimiento por parte de la ciudadanía y la prensa. A veces tampoco eso sirve, las avivadas de los letrados y sus tecnicismos son los que predominan.
Es un hecho que también existen muchos funcionarios, fiscales y jueces honestos, no podemos generalizar y lo sabemos. Son precisamente ellos los primeros en sufrir las injusticias diarias, las presiones inmisericordes, a los jefes que se apropian de sus trabajos bien hechos y si hace falta recortar beneficios, son los primeros en la lista. Es el pago que muchos reciben por dedicarse a hacer su trabajo. Son los que merecen ese reconocimiento que posiblemente nunca tendrán.
Es evidente que no todos somos iguales ante la ley. Hay personas que dedicaron parte de su vida a timar, coimear y apropiarse de todo tipo de bienes públicos y ajenos, pero siguen disfrutando en libertad o fueron beneficiados con algunas medidas. No sabemos si la Justicia los alcanzará en algún momento ¿aguardaremos siempre con los brazos cruzados?