En la administración actual hay un llamativo apuro por establecer ya al sucesor. El apuro se da en el propio entorno presidencial, en el movimiento que lo sostiene. O en el patrón que lo fogonea. El sucesor está determinado: será el vicepresidente.
Quizá para estar en onda con el apuro, el propio presidente se adhirió a esa dedocrática designación días pasados en Ñeembucú.
No sea que se cumpla esa otra tradición nacional: la pelea al final entre el presidente y su vice: tal como Wasmosy y Seifart, Cubas y Argaña, Nicanor y Castiglioni, Lugo y Federico, Cartes y Afara. ¿Cómo será la relación entre Peña y Alliana dentro de cuatro años?
A su vez, el intendente de Ciudad del Este expuso también su intención de candidatarse para presidente en el 2028 por una descolorida oposición, muchos de cuyos componentes son satélites del poder al cual debieran oponerse.
Parece muy enredado. Y es enredado. No hay oposición. Hay algunos opositores, que no es lo mismo. En esa supuesta oposición son más los infiltrados que los leales. La política se llenó de tránsfugas y felones sin principios, sin dignidad alguna.
Pero allá ellos. Allá el cartismo con su candidato. Allá la candidatura del intendente esteño. Ellos ya están mirando el 2028. ¡Aleluya! El problema es cómo vamos a sobrevirar al 2024. Es la pregunta que tal vez se esté haciendo una buena cantidad de gente que vive en la pobreza y en la pobreza extrema; si bien en el 2023 los índices de pobreza y pobreza extrema han disminuido. Pero todavía hay 1.330.892 pobres y 289.641 pobres extremos (que no pueden cubrir sus necesidades alimentarias básicas), según el INE.
El enigma de estas candidaturas precoces, y de otras que pudieran aparecer en días próximos, es que uno no logra percibir para qué quieren el poder. Qué hará cada cual una vez proclamado presidente. Cómo diablos piensa uno y otro remediar los infortunios constantes de esta nación.
Los políticos están apurados por acceder al poder o por mantener su poder. No les importan las humillantes filas en IPS o la falta de medicamentos oncológicos o el ridículo transporte público urbano ni los analfabetos funcionales que hoy egresan de muchos colegios. Ni la suba exorbitante de precios de frutas y verduras. Ni cómo se desangra esta nación pagando salarios obscenos a parásitos políticos que solo sirven a los poderosos.
El Paraguay del 24 no necesita aún candidatos para el 28. Necesita, sí, gente que solucione los dramas de hoy.