La simpatía de sus ciudadanos, sus canciones. Sus naranjos y sus flores. Naranjos ya casi no hay, pero sus flores… Lapachos de distintos colores, inspiración de los pintores que los eternizaron en sus lienzos, cubren el paisaje de la capital paraguaya, llenando cielos y suelos de rosas, amarillos, blancos y otros caprichosos matices.
El tabebuia, con sus variedades (t. Impetiginosa, t. serratifoliae, t.heptafillae, etc.) es originario de bosques, donde crecen primero los primarios (je, je...), árboles y arbustos verdes de vida efímera. Luego a su protección, lo hacen los secundarios, de crecimiento un tanto más lento y por último los de maderas duras y de troncos bien rectos, que crecen abriéndose paso en dirección al sol que está por allá arriba, encima de las copas que lo protegieron cuando apenas era un retoño. Y tardaron más en crecer y tienen madera más dura.
El Lapacho es pues de crecimiento terciario o lento, y al principio es un árbol de sombra. Su hábitat implica convivencia con otras especies con las que se ayudan mutuamente para soportar las inclemencias, el viento y las lluvias. ¿Ya pillaste porqué se caen tantos lapachos con las tormenta ciudadanas?
Tuvo que soportar explotación irracional en los bosques convirtiendo su madera en estructuras, vigas, tirantes, mesas, sillas y roperos. Paseó sus bellas vetas por los pisos de las más requintadas y monárquicas arquitecturas.
Hoy emerge por encima de los tejados, conviviendo con columnas y cables electrizados. Tiene que sobrevivir plantaciones en suelo de cemento sin drenajes naturales, podas irracionales, desgajo de tormentas y vándalos, humo, hollín, monóxido, bocinazos, frenadas y choques. Y aun después de ser lastimado nos ofrece su exuberancia.
¿Y el equilibrio ecológico? Bien gracias, o todo mal, que se yo.
El medioambiente tiene a un lado de la balanza, al hombre con sus gustos y sus necesidades. Casi todo es depredación y generación de residuos. En el otro platillo lo demás, naturaleza, plantas, prados, animales, sobre todo el aire, la atmósfera, el sol y las lluvias… el agua.
¿Y qué se puede hacer cuando construimos nuestras arquitecturas y ciudades?
A la hora de construir viviendas y edificios el gran sacrificio lo sufren los árboles... Pensar en nuestros hijos, mitigar el impacto negativo, no cubrir tanto suelo con pisos, plantando pastos y sobre todo plantando más árboles que los que nos vemos obligados a tumbar por imperio de la funcionalidad urbanística.
Muchos, muchos más, 10, 20, 100 veces más. Las mudas no son caras. En cualquier parte, en las esquinas de nuestros terrenos, en la vereda, en la plaza cercana o lejana, en nuestras casas o en el campo.
Plantá Lapachos, con otras especies. Nuestros hijos y el planeta te lo agradecerán.