De la pobreza a la riqueza: un cambio de perspectiva
Lo primero y necesario, es cambiar la perspectiva. Dejar de mirar lo que no tenemos, lo que nos falta, lo que nos limita, y mirar lo que tenemos, con lo que contamos, lo que nos potencia.
En una perspectiva de riqueza, el futuro de grandeza que como país podemos tener se ve más claro, así como las trabas fundamentales a superar para poder construirlo.
Tenemos energía hidroeléctrica abundante, que, si bien está llegando al tope, con ampliación de la potencia generada y ajustes para evitar las enormes pérdidas por ineficiencia energética nos dan mucha más luz.
Tenemos reservas de agua dulce de las más grandes, tierras de las más productivas, minerales como el titanio, litio, oro, entre otros, e incluso hidrocarburos en el Chaco, en territorio nacional.
Riqueza, ¿para quién y para qué?
Pero como dice la música de Molotov, “somos pobres porque nos manejan mal”. Riqueza hay, potencial hay, futuro hay, pero hasta ahora en los bolsillos de unos pocos.
Hoy, a 51 años y 1 día del Tratado de Itaipú, y 1 año de abierto el periodo de revisión del Anexo C, este ejemplo grita con fuerza que vamos por el camino equivocado.
La falta de transparencia, la ausencia de un proyecto genuino de desarrollo, la corrupción, los intereses corporativos e ilícitos que cada día se dejan ver con más fuerza, denotan la necesidad de un cambio de timón. Pero no es fácil.
Sociedad anestesiada
Como sociedad, estamos anonadados ante la naturalización del crimen organizado, del narcotráfico y la corrupción. Los casos de enormes robos y fraudes saltan como algo más en las noticias, que se opacan en el trajín del día a día.
Los influencers creados por intereses corporativos llevan la atención a otros lugares, mientras lavan la cara de quienes tienen las manos y los bolsillos manchados con sangre.
La falta de conocimiento personal nos hace sujetos de fácil manipulación masiva, generando emociones pasajeras que ocupan el espacio mental y corporal de la capacidad de pensamiento y crítica.
Y lo abrumante de la realidad, junto a la crisis de la cotidianeidad, hace perder la esperanza de un mejor mañana, a no ser para los de siempre, que siempre ganan, las viejas y nuevas caras.
Amanecerá, Paraguay
Pero no hay mal que dure cien años. Para ello, no dejarnos anestesiar, abrumar, anonadar, aplastar, es fundamental. Y esa la tarea la hacemos con nuestros pares, en equipo, en pueblo, en conjunto.
¿Qué país queremos para nuestras hijas e hijos? ¿Qué país queremos para nuestras madres y padres? ¿Qué país queremos para nosotros?
¿Qué queremos hacer con nuestra riqueza? ¿Qué queremos hacer con nuestra juventud? ¿Qué queremos hacer con nuestro arte? ¿Con nuestra resiliencia? ¿Con nuestra tierra?
Poner las preguntas correctas es fundamental para encaminar respuestas correctas. Debatamos la riqueza, el presente, el futuro, el país. Reconstruyamos la esperanza. Pensemos en colectivo. Soñemos en conjunto. Y construyamos desde hoy.
*Doctora en Educación por la Universidad de Barcelona, Máster en Educación y Sociedad, Cientista Política por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Docente e investigadora. Integrante de la Campaña Itaipu ñane mba’e