Guía de buenas costumbres o de neta hipocresía

Más allá del morbo y las burlas, el caso de Javier Vera, apodado Chaqueñito, devenido en senador por un accidente de la vida, deja algunas lecciones dignas de analizarse. Vera fue expulsado de un movimiento político que dice defender “la moral y las buenas costumbres”, contra las que el mismo presuntamente atentó. Pero ¿qué son la “moral” y las “buenas costumbres” para dicho grupo?

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No pretendo defender al señor Vera. Su llegada al Senado fue una broma cruel de la “democracia”, un atentado contra el buen sentido. Muchos de sus actos merecen total repudio. Pero me llama la atención la suerte de hipocresía que reluce detrás de su expulsión del movimiento Honor Colorado. Admitiendo, claro, que este movimiento tiene el legítimo derecho de expulsar de su seno a quien sea.

“No compartimos ciertos comportamientos particulares de Vera; nuestro partido y movimiento se caracterizan por la lucha y la defensa de la familia, la moral y las buenas costumbres”, afirmó el líder de la bancada de HC en el Senado, Natalicio Chase.

La moral —según todas las definiciones— es el conjunto de normas, valores y creencias existentes y aceptadas en una sociedad “que sirven de modelo de conducta y valoración para establecer lo que está bien o está mal”. Pero pasa que lo que es moral en un grupo, puede no serlo para otro.

Otro tanto ocurre con “las buenas costumbres”, que, se supone, son los hábitos positivos aceptados en una sociedad.

Un valor moral incontestable es —por ejemplo— la honestidad, y una buena costumbre es la de ser honesto.

Usar los bienes públicos en provecho propio no constituye una defensa de la moral. Tampoco es una buena costumbre. Por el contrario, esta práctica es un hecho de corrupción, de acuerdo con la tercera acepción del Diccionario de la Lengua Española. Y esta práctica —también— es un procedimiento común en el Congreso Nacional, en el que prima la tan mentada mayoría absoluta del movimiento que se arroga la “defensa de la moral y de las buenas costumbres”.

En el Congreso, el dinero que aporta la ciudadanía se dilapida para ubicar a parásitos partidarios o familiares con salarios obscenos. El caso de los nepobebés, encabezado por la hija del vicepresidente de la República, es una infamia.

La hija de Yamil Esgaib —diputado del cual no se conoce aporte legislativo alguno en favor del país— renovó “contrato” para que la mantengamos durante seis meses más en Londres con un salario de 22 millones.

Ni hablemos de los 500 mil millones esfumados de la Municipalidad asuncena en manos de una “joya” de HC ni de los pornográficos bienes acumulados (sin trazabilidad genuina a la vista) por varios correlíes. Nada de esto pareciera atentar contra “la moral y las buenas costumbres” del movimiento.

Chaqueñito insignificante. Su expulsión, aunque justificable, pareciera más un golpe de efecto rayano en la hipocresía. Porque la verdadera defensa de “la moral y las buenas costumbres” requiere también otras expulsiones.

nerifarina@gmail.com

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