La corrupción es un crimen. Lo que se roba al Estado es aquello que está destinado a darle calidad de vida a la ciudadanía y proviene del aporte impositivo de esa misma ciudadanía. Y como saben que la corrupción es un crimen, los políticos corruptos se organizan para defenderse de los pocos focos de justicia que hoy les enfrentan.
Lo más penoso es que la organización de los políticos corruptos copa con mayoría propia instituciones creadas con las mejores intenciones. Lo hacen con el fin de darle a la defensa de su crimen una fachada de legitimidad institucional.
Una de las instituciones usurpadas por la corrupción es el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, que en origen tendría la misión de velar por la recta acción de fiscales y jueces. En los tiempos de Oscar González Daher (y quizá ya antes) el Jurado se convirtió en instrumento al servicio de los políticos corruptos organizados.
Gracias a este Jurado, los PCO (Políticos Corruptos Organizados) tienen sometidos a los magistrados. Quienes combaten la corrupción reciben su castigo. Aquellos que la favorecen cuentan con la protección “institucional”.
Ejemplos de este accionar del Jurado sobran. Hoy está patente el caso del fiscal Luis Said, quien cobró notoriedad tras lograr memorables condenas de grandes atorrantes políticos. Said está a punto de ser destituido por una causa que en otros fiscales “amigos” no merece el juicio del Jurado.
Ante su tambaleante situación, Said fue claro: “A veces pienso que estos (Jurado) me están haciendo un favor (…), capaz me estén salvando de un balazo en la cabeza”.
Es que cuando se organizan los criminales, sean narcos-narcos o políticos corruptos que se enriquecen a puro manoteo del dinero ajeno, uno debe esperar siempre lo peor. Tal vez, en el fondo, lo mejor para Said sea su destitución, antes de que pudiera correr la suerte de Marcelo Pecci, el fiscal cuyos asesinos mandantes no corren ningún peligro de ser investigados por nuestro Ministerio Público.
La destitución de Said será, de todos modos, otro triunfo de la política criminal organizada sobre la base del copamiento de las instituciones y de la mayoría absoluta en el poder que ostenta un identificado sector político. Las mayorías son buenas cuando obran en favor de la gente.
Pero para solaz de la platea, vimos a Yamil ufanarse de haber logrado, en menos de 15 días, que Mr. Biden, sustituyera, a su pedido, al embajador “ese”, mientras en París, el presidente Peña se fotografiaba con Bill Gates, presunto cofinancista de la homosexualización de nuestra gallarda juventud. Del drama a la comedia.