Se sorprenderán de que diga “era”. No es un error, era o fue, da lo mismo, porque ya no lo es. Hoy ya nadie le atendería una llamada ni lo recibiría en su despacho. Tal vez un ujier le aceptaría un café “para bajar la línea política”, tal como había intimado a un presidente de la Corte que dudaba sobre cómo votar en una sentencia de persecución política.
Si, de persecución política, lo leyeron bien. El Poder Judicial de la posdictadura tuvo y sigue teniendo una vergonzosa actuación, persiguiendo especialmente a la prensa libre. Hasta los militares se retiraron disciplinadamente a sus cuarteles después del golpe de Estado en contra del dictador, pero el Poder Judicial continuó con su discrecionalidad represora, como si permaneciera aún encuartelada en la mentalidad stronista.
Cuando Calé Galaverna demandó al director del diario ABC Color, Aldo Zuccolillo, enojado por ver su nombre impreso en el diario, como vinculado al vaciamiento del Banco Nacional de Trabajadores, Zuccolillo ya estaba soportando otras 18 demandas por difamación y calumnia. La mayoría de esas demandas llevaban el sello de algún político.
Galaverna ganó fácil el juicio, inclusive en la Corte, y cobró mucho dinero que se repartieron entre él, la Corte y el Ministerio Público. Estas dos últimas instituciones se dividieron los 734 millones y Calé se embolsó los restantes 734 millones.
Ahora que la CIDH se alarmó, por fin, del abuso cometido contra el director-propietario de ABC Color, ¿ustedes qué piensan? ¿Que Galaverna se tomará el rostro con las manos, dirá: “Dios mío, ¿qué hice?” y buscará la forma de reparar su fechoría? Yo creo que para eso hace falta entereza moral, y me pregunto, si alguien nos diera la facultad de buscarla en su persona, ¿creen que podamos encontrarla?
Se habrán sorprendido porque dije que el personaje llegó lejos, entre otras cosas por pensar un poco más que los demás. Es que es así, gente como él calcula acertadamente que utilizando el poder contra el enemigo hoy, pueden pasar años y décadas con “la razón” de su lado sin que la institucionalidad se anime a dar un paso que podría ser en falso. En casi 25 años, o más, todo puede ocurrir, inclusive que se haga justicia, total la plata ya no está y tampoco ya están en el cargo los ministros que se prestaron vergonzosamente a la jugada, como Víctor Núñez, Óscar Bajac, Antonio Fretes, Alicia Pucheta, el actual fiscal general Emiliano Rolón, Lovera Cañete y los difuntos Wildo Rienzi y Torres Kirmser.
Me hubiera gustado que este dictamen de la CIDH hubiese llegado cuando aún Calé disfrutaba del poder, porque hoy ya no lo disfruta, lo sufre. Es apenas un decorado escarlata sujeto del saco del patrón, quien –por lo visto– sí tiene algo de humanidad, es el sentimiento de lástima.