La analogía de Sommerfeld, hace referencia al Crimen Organizado Transnacional que, al igual que un cáncer, va haciendo metástasis enseñoreándose especialmente en la clase política y económica que sucumben ante las extorsiones de sus líderes y con el disfraz de la legalidad, deciden de manera abusiva e injusta el rumbo de nuestras vidas. La existencia y expansión de la criminalidad se debe al montaje de una estructura “legal” que la sostiene. La ineficacia de los Estados en el combate a estos grupos parece adrede y cómplice cuando vemos a instituciones y funcionarios corruptos y a una justicia debilitada sin posibilidad de castigarlos.
De acuerdo a Luis Almargo, secretario general de la OEA hasta el 2025, este mal se combate con “más democracia y con instituciones más fuertes (porque) no nos podemos comer a los caníbales” pues si lo hacemos asumimos su condición. Una respuesta idílica, políticamente correcta, pero dadas las circunstancias, de viabilidad imposible… hace rato que nosotros estamos en la olla. Pero no podemos desconocer el valor de sus palabras: hay que fortalecer la justicia, faltan más recursos financieros, tener una real libertad de expresión y promoción de los derechos humanos. Tampoco podemos desconocer que el crimen organizado trasnacional tiene la capacidad de sacudir el funcionamiento del sistema político atacando las debilidades mencionadas.
Esta ecuación nos pone frente a una nueva forma de dictadura que es, a decir de Almagro y Sommerfeld, la principal violadora de los derechos humanos en la región. Hoy las principales masacres, los asesinatos de periodistas y los secuestros ya no son solo obra de los dictadores “tradicionales”. Estos son solo ejemplos de que el crimen organizado transnacional domina la membrana social e insospechadamente o no, pareciera hasta haberse sentado en una asamblea internacional a definir los destinos de todo un continente con el acuerdo de todos nosotros. Un cáncer, que por lo que se ve, será muy difícil de extirpar.