La decisión es acertada, porque de nada sirve instalar en un sitio que corresponde a una zona protegida y a espaldas de la ciudadanía, porque todo se planeó sin contemplar el daño que causarían al medio ambiente y a los habitantes de la zona.
Si la población se manifiesta, es porque algo anda mal. Tanto fue así que el pueblo arroyense nunca se calló y desde hace cuatro meses estuvieron luchando por la derogación de este proyecto.
Demostraron que un pueblo unido puede lograr grandes cosas y que cuando se sienten amenazados es correcto hablar y pedir una solución. Aquí se puede utilizar la típica frase de “el que no llora no mama”. ¿Pero, por qué llegar a estos extremos?
No se debió llegar a esta situación si la población tenía participación, debieron ser escuchados, sin embargo, pese a las quejas y al intento de dialogar por parte de la ciudadanía, no se les hizo caso, pues el intendente José Filippi Vera Martínez (ANR) hizo caso omiso a la desesperación que sintió su gente.
En una de las últimas manifestaciones que se tuvo, el jefe comunal incluso trató de minimizar el problema alegando que las personas se están quejando solo porque no entienden en qué consiste el proyecto.
Luego de cuatro meses de manifestaciones, dos tomas de la Municipalidad y varios escraches por parte de numerosas familias y productores, ayer, en una sesión extraordinaria, se trató el tema.
Mediante estudios hechos por ingenieros ambientales se pudo corroborar que el mencionado proyecto afectaría de forma irreversible a la ciudad orgánica. De esta manera, con la participación de 12 concejales, y en base a lo expuesto por los especialistas ambientales Carlos Antonio Echeverría Martínez y Jorge Abate, se decidió cancelar el desarrollo del vertedero en el sector de humedales.
Es una gran lección para no hacer nada a espaldas de la ciudadanía.
De esta manera, queda oficialmente cancelado el proyecto y aunque el intendente considere que no es una buena decisión, se debe cumplir lo que la mayoría exige. De lo contrario se recurrirá a la justicia.