Sin embargo, hilando fino, la ciudad dista mucho de ofrecer un ambiente amigable con peatones y automovilistas. Sobre todo en puntos alejados del microcentro y la avenida costanera, que es donde se concentra la mirada de los turistas.
Caminar por algunas calles dentro del casco urbano para mucha gente, particularmente adultos mayores, o niños, puede significar una odisea en la que debe sortear el peligro de ser arrollado por algún conductor distraído.
No existe una sola avenida en la ciudad que no tenga funcionando en plena vereda, en la vía pública, algún taller mecánico, de chapería de automóviles, gomería y hasta desarmaderos de vehículos. Esto sin contar los locales de comidas rápidas y otros tipos de negocios que convierten las veredas en espacios de exposición de mercaderías.
Si bien es cierto que todos tenemos el derecho a trabajar, existen condicionamientos y normas de respeto obligatorio, los cuales son violentados sin un ápice de consideración hacia igual derecho ciudadano de circular libremente y con seguridad en la vía pública.
Es llamativa la incapacidad de la autoridad comunal en poner orden en este asunto. Y no es por falta de herramientas legales, pues existen ordenanzas que regulan la materia. Es lo que se llama lisa y llanamente falta de voluntad, de ponerse en los zapatos de ese vecino que se ve obligado a bajar de la vereda y transitar por la calzada porque se topó con un obstáculo insalvable. Parece un problema menor, pero no lo es.
Otro tanto es la presencia de ojos de agua en las calles. Si bien es un problema que atañe básicamente a la Essap, no es menos cierto que las autoridades comunales, como gestoras de la vida comunitaria, están obligadas a agotar acciones para que la ciudad cuya administración les fue delegada ofrezca las condiciones mínimas de salubridad y seguridad en el tránsito vehicular.
Es lo mínimo que se espera en una ciudad que se precia de ser epicentro del turismo y modelo en limpieza y ordenamiento. Que esa imagen de modelo en limpieza y ordenamiento no se limite a una avenida turística.
Qué oportuno sería que el intendente y los concejales municipales caminen de vez en cuando por las calles de esa Encarnación de entre casa. Y, fundamentalmente, se ocupen de gestionar las respuestas que la ciudadanía espera de los administradores de la ciudad.