Acerca de estos sucesos, el periodista argentino, Fernando Quesada, escribió un libro “1931 – la toma de Encarnación”, editado por Rafael Peroni en 1985. Tiene prólogo del conocido dirigente sindical Ciriaco Duarte, uno de los destacados miembros de la organización “comunera”. A más del prólogo, el libro incluye una entrevista del autor a Duarte que se extiende sobre el origen, desarrollo y consecuencias del proyecto revolucionario. Este plan coincidió con una atmósfera gris que vivía Asunción ante la amenaza boliviana y una supuesta indiferencia del gobierno de José P. Guggiari frente a esa amenaza. El enojo estallaría el 23 de octubre con la tragedia estudiantil en los jardines del Palacio de López.
La molestia con el gobierno del grupo “comunero” no incluyó el tema boliviano sino el abandono de la cuestión social. Para expresarla, se fundó el semanario “La Palabra” bajo la dirección de Ciriaco Duarte. El primer número apareció el 16 de octubre de 1930 y el último, el 20 de enero de 1931. Fueron 15 números, suficientes para denunciar las “injusticias” del gobierno, la precariedad de la vida laboral, cultural y social de la ciudadanía, etc. La línea editorial del periódico estaba inspirada en los artículos de Rafael Barrett principalmente en su reportaje sobre los yerbales y sus artículos que denunciaban la desigualdad social.
El periódico recogía con fidelidad el pensamiento de una parte del estudiantado y de los obreros que deseaban “un cambio profundo” en el país. De esta preocupación nació el propósito de llevar a la acción la idea contenida en el grupo que sostenía el semanario “La palabra”.
Bien equipados ideológicamente, se dieron a la tarea de planificar el cambio “que el país necesitaba” y que solo podría darse con el uso de la fuerza. Dentro de este proyecto se contó con una huelga general de los albañiles llevada a cabo el 16 de febrero –unos días antes de la toma de Encarnación- y que daría soporte con sus reclamos al plan revolucionario. Esta manifestación obrera tuvo un final trágico con el asesinato de un oficialista designado, junto con otras personas,
Para enfrentar y debilitar a los albañiles. La reacción del gobierno fue inmediata: apresó a los dirigentes huelguistas entre quienes se encontraban Ciriaco Duarte y otros que llevaban adelante el plan de apoderarse de algunas ciudades.
Aun con esta circunstancia desfavorable, el 20 de febrero los revolucionarios –se calcula que entre 40 y 50 personas- ocuparon Encarnación con la jefatura del conocido dirigente comunista Obdulio Barthe. Se hicieron de ropas y víveres por los que firmaron recibos. Los comerciantes sabían que nunca iban a cobrar pero no estaban en condiciones de oponerse. Cuando supieron que el intento de copar otras ciudades había fracasado, y ante la reacción gubernamental, los subversivos abandonaron Encarnación al cabo de 16 horas. Lo hicieron en dos embarcaciones rumbo al Alto Paraná.
En Puerto Obligado se bajaron para hacerse de alimentos y mantas pagados con “recibos a cobrar”. Luego bajaron en Puerto Edelira. Aquí asaltaron la administración de la empresa yerbatera y quemaron los documentos donde “constaban las deudas de los mensú y los anticipos recibidos que eran siempre el precio de su esclavitud perpetua”.
En Foz de Yguazú, Brasil, se entregaron a las autoridades “como emigrantes políticos”. Quedaron en libertad dentro de la ciudad.
Y así terminó esta aventura imposible que sirvió, eso sí, para expresar el descontento de una parte de la población.