El esquema es el mismo de siempre y funciona desde hace años con total impunidad. El supuesto “guía” se acerca al turista, que casi siempre es de nacionalidad brasileña, preguntándole qué desea comprar y promete llevarle a la tienda que tiene los mejores precios, garantizando calidad.
La víctima accede a la “ayuda” y es “guiada” hasta el local comercial recomendado; una vez en su interior, comienza su calvario. El modus operandi sigue de la siguiente manera: el supuesto vendedor le asegura al cliente que cuenta con el producto que está requiriendo, este accede a pagar lo indicado, pero al momento de la entrega recibe un producto distinto y de menor valor al adquirido.
Siguiendo el sentido de la lógica, la víctima solicita la devolución del dinero, momento en que es amenazada de muerte, de que le implantarían drogas para que quede presa en nuestro país u otro tipo de intimidación.
En otro caso, proceden a ingresar al extranjero a una oficina “más al fondo” de la tienda, donde prácticamente es asaltado y amenazado para que salga del país sin presentar denuncia alguna. Así la mayoría de las víctimas lo único que busca es volver al Brasil lo más pronto posible, con una pésima imagen de nuestra ciudad.
Este es un esquema criminal que opera desde hace años, en el que salones aparentan funcionar como locales comerciales, pero en realidad solo son fachada y tienen la función de carnada para atraer la atención del público.
Es sumamente preocupante y perjudicial para la imagen de la ciudad como destino de turismo de compras la persistencia de esta modalidad delictiva. Especialmente, cuando tiene como mano protectora al Ministerio Público que, pese a las denuncias, no ha logrado siquiera una condena sobre estos temas en todo este tiempo. La falta de resultados concretos refuerza la necesidad de una acción efectiva, pero, sin un compromiso real por parte de la Fiscalía, esto será imposible. Mientras haya impunidad, no habrá solución.