Esclavitud moderna y crisis económica

La última semana de noviembre, la Cámara de Diputados aprobó una “declaración de emergencia económica y comercial a la ciudad de Encarnación”, por la cual insta al Poder Ejecutivo a encarar gestiones políticas y públicas urgentes en respuesta a la crisis.

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El comercio encarnaceno en general, y en particular el que hace al llamado “nuevo circuito comercial”, altamente dependiente del comercio fronterizo, sufrió un duro golpe durante la pandemia del covid-19 y el cierre de frontera. Se restableció el paso, pero la esperada recuperación no se produce.

Varios factores conspiran contra esta posibilidad, entre ellos la baja cotización de la moneda argentina, que vuelca a los consumidores locales hacia los comercios posadeños, y el negocio del combustible, que acogota el tránsito sobre el puente internacional San Roque González de Santa Cruz y desalienta la venida de potenciales compradores.

Con todo, algunos “rubros”, como el de los neumáticos, artículos electrónicos, ropa de cama y una infinidad de baratijas de plástico tiene su salida.

En este contexto, una crisis no menos grave, pero sí silenciosa y silenciada, viven a diario cientos de mujeres que trabajan en las casas comerciales como vendedoras. Muchas de ellas madres solteras.

Relato el caso de una joven universitaria, quien a las cinco de la mañana tiene que presentarse a su lugar de trabajo, una tienda de ropas en el circuito comercial. Al llegar debe entregar al dueño su teléfono celular, que le será devuelto a la salida, a las cinco de la tarde.

Al mediodía tiene 15 minutos para comer, y antes de retirarse debe cumplir con la tarea de limpiadora. El sueldo que percibe no llega al mínimo legal, y ni hablemos de cobertura social de IPS.

Cuán oportuno sería que desde los espacios de poder en el Gobierno se ocupen también de la crisis que provoca esta suerte de esclavitud moderna instalada aquí. Qué importante sería que desde la oficina regional del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social pongan la mirada en estas mujeres que viven calladamente la falta de oportunidades sufren la rabia de la impotencia y la ausencia del Estado en el cumplimiento de normas básicas de respeto a la dignidad humana y del trabajador.

jaroa@abc.com.py

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