Cómo insertar a los políticos en la cultura

El miércoles 15 Moncho Azuaga recibió el Premio Nacional de Literatura de manos del presidente Santiago Peña. Un acto cargado de simbolismo, un oasis que halló el intelecto. Y Moncho, poeta llameante de voz clara y callejera, aprovechó la ocasión para recordarles a los políticos, a quienes gobiernan el país, que hay un factor insoslayable para buscar el progreso: la cultura. Sin ella, todo es hueco.

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Ante el aumento de la violencia y la deshumanización “vemos a los políticos apartados de la actividad cultural”, señaló Moncho. Un reclamo al poder en el corazón mismo del poder: el Palacio de López.

No siempre el poder ha sido amigo de la cultura. Salvo en algunas etapas en que manifestaciones artísticas como la poesía, la música o ciertos ensayos literarios alentaron el patriotismo ante peligros externos.

Las más de las veces, la cultura estuvo enfrentada con el poder. Ocurre que la persona culta es una creadora permanente de su propia personalidad sobre la base de la libertad de pensamiento que le impulsa a buscar nuevos caminos para crecer. Y si esa persona culta es sensible a los problemas de los desfavorecidos, será un peligro para el poder.

Umberto Eco sostenía que la cultura es una crisis constante porque está preguntando siempre por qué pasan las cosas. Y ese tipo de preguntas incomoda al poder. Pero cuando el poder tiene intenciones honradas debería de amigarse con la cultura. No debiera temerla.

Y vuelvo al discurso de Moncho, el pasado 15: “La clase política paraguaya precisa del encuentro fraterno con la sana intelectualidad paraguaya para fortalecer con justicia, imaginación y plural inteligencia la lucha contra la pobreza, contra el ecocidio, la violencia y la exclusión social”. A algunos les sonará ingenuo, pero no hay otra manera.

Por su trascendental importancia para la paz social y la razón ética que combata decididamente a la corrupción, es necesario que la cultura paraguaya vea “una mayor dedicación de gobernantes y gobernados, de artistas y lectores”, afirmó el poeta.

Para quienes tienen un sentido utilitario de la vida y para quienes desde el poder prefieren el silencio ante sus eventuales actos inicuos, los poetas como Moncho son peligrosos. Porque pueden suscitar pensamientos subversivos como este:

“Canto por el canto mismo / y por la sangre en el asfalto, / en las calles, / en la plaza, / en el campo; / canto cuando canta el pueblo / y marcha. / Canto por el espanto / de la injusticia, / del hambre y de la guerra; / canto para cambiar la suerte / de los pobres de la tierra”.

Hay que insertar a los políticos en la cultura, en la poesía, para que escuchen más a la gente y dejen de palpitar solo con su propia codicia.

Y a vos, Moncho, gracias por el canto poético: “Y contigo / y con nosotros, / por la vida que soñamos, / cantamos los dos / ¡y canta la Patria con vos”.

nerifarina@gmail.com

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