La historia de Gárgamel parecería ser un extracto de un multiverso caricaturesco replicado últimamente en el mundo real. En el Paraguay ya llevamos contando más de 30 feminicidios en lo que va del año, todos perpetrados por hombres violentos y reincidentes en la agresión.
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El desamparo femenino llega a niveles exponenciales cuando el propio Ministerio de la Mujer, que debería ser el primer interesado en pronunciarse y actuar de manera enérgica ante hechos que afecten a las paraguayas, solo atina a elaborar un tímido comunicado, en el que no dice absolutamente nada que pueda darnos un atisbo de esperanza y seguridad de que ese lugar es al que eventualmente podríamos llegar a pedir y obtener auxilio.
Otro indicio de que las mujeres y sus hijos e hijas no son importante para el Estado es que se han tardado seis años... ¡seis! en reglamentar la “Ley de tobilleras” y aun tendremos que un tiempo más para que su cumplimiento sea efectivo y real.
En la semana que pasó, también fuimos testigos de la manera en que operó un parlamentario local destratando y censurando a la periodista Sara Moreno cuyo trabajo calificó de “boludo”, faltándole el respeto al aire en pleno programa de radio.
Más tarde, esa misma persona invadió el espacio personal y tocó sin su consentimiento a la periodista Rocío Pereira cuando estaba en un vivo en televisión. No contento con ello también amenazó con acosar y propinar puntapiés a otras parlamentarias. A la luz de estos hechos solo podemos considerar que estamos al borde de un estado cuasi feminicida, que apaña y no nace nada ante comportamientos inadmisibles en una autoridad parlamentaria.
El mundo paralelo y el real tienen demasiadas similitudes. En el primero al menos podríamos desterrar a Gárgamel a Hollywood para que siga persiguiendo a los pitufos, esos pequeños suspiritos azules.
¡Ah no! lo olvidaba... hace poco le retiraron la visa.