La metáfora es perfecta para describir el episodio con el que cerramos estos días.
Por un lado un presidente joven y con preparación académica que intenta proyectar la imagen del país hacia el exterior como un país serio, previsible y confiable; y por el otro, políticos de su entorno que actúan como lastres entorpeciendo su gestión.
Del último caso hemos sido testigos esta semana, cuando los senadores sancionaron una ley que expropia un privilegiado inmueble del Ministerio de Defensa.
Son 131 hectáreas en la zona conocida como Jardines de Remansito en Villa Hayes, el sueño de cualquiera que anhele tener una mansión con salida al río Paraguay.
Los proyectos de expropiación, que luego se unificaron, habían sido presentados el año pasado por los entonces diputados Edwin Reimer y Basilio Núñez, hoy convertido en senador.
El argumento de ambos: regularizar una supuesta ocupación de varias décadas por parte de 16 familias, aunque en realidad las imágenes satelitales revelan que recién desde el año 2015 hay edificaciones significativas en el lugar.
La historia del inmueble nos lleva hasta el año 1978 cuando fue expropiado de la ex Corporación Paraguaya de Carnes (COPACAR) a favor del Ministerio de Defensa.
Años más tarde se ubicaron allí algunos grupos de familias en dos asentamientos: la Asociación de Comunidades sin Tierra y Jardines de Remansito.
Pero ambos grupos fueron desalojados, hasta que hace unos años llegaron los nuevos interesados en quedarse con estas tierras de ubicación privilegiada.
Ya en la sesión de Diputados en la que se le dio media sanción a la expropiación, el proyectista Basilio Núñez había argumentado que las tierras nunca fueron del Ministerio de Defensa.
El miércoles pasado la sesión del Senado quedó sin quórum y la ley de expropiación fue sancionada automáticamente, bajo la figura de la sanción ficta.
Fue la liberal Celeste Amarilla quien detonó la bomba al revelar que todos los ocupantes del terreno del Ministerio de Defensa eran en realidad personas de muy buen pasar y caudal económico.
Tan cruel fue también la metáfora que el día en el que se rendía homenaje a los excombatientes chaqueños que ofrecieron sus vidas para defender nuestro territorio, el ministro de Defensa contestó con evasivas y de forma timorata sobre si pediría al presidente vetar la expropiación de las tierras que son de su ministerio.
“No quiero entrar en ese detalle... no quiero pronunciar esa palabra” fue su respuesta a periodistas que le consultaban si pediría rechazar la expropiación, argumentando que más adelante daría un dictamen.
Pero ante la notoriedad de los hechos y las consultas que realizó para informarse, ya esa misma noche el presidente anunciaba que vetaría la expropiación.
“Adelanto que mi posición será la de vetar totalmente la iniciativa parlamentaria que desafecta del dominio privado del Estado Paraguayo las tierras del Ministerio de Defensa en Villa Hayes a favor de sus actuales ocupantes. Es mi obligación defender lo que es de todos los paraguayos”, sentenció Peña, reforzando la idea de que sabe perfectamente lo que debe hacer, y evidenciando que hay lastres que lo acompañan y que rápidamente pueden convertirse en obstáculos más que en apoyos.
Lo que corresponde ahora es el desalojo de los ocupantes y la recuperación de las tierras que siguen siendo del Estado paraguayo.