La caótica administración municipal de Gustavo Rodríguez (colorado cartista) provocó la denuncia y resistencia de un grupo de concejales acompañado de un puñado de corajudos pobladores aglutinados en la Contraloría Ciudadana de San Pedro del Ycuamandyyú, que logró la intervención de la comuna, mediante la cual se detectó un daño patrimonial de G. 18.000 millones.
Rodríguez y su equipo fueron imputados y ante su inminente destitución por el Congreso Nacional, renunció al cargo. Quedó como intendente interino Rodrigo Molinas (ANR), uno de los ediles que denunció la paupérrima administración y que tuvo una buena gestión.
Se convocó a elecciones, la oposición se unió para ganar, pero con apenas 82 votos de diferencia quedó con la victoria Carlos Quiñónez. Desde su campaña y hasta ahora está rodeado por la mayoría de los que llevó a la ciudad a la debacle, aunque Quiñónez prometió hacer historia y revertir la situación.
En parte de su discurso al asumir el cargo, Quiñónez dijo: “Vengo a heredar una pesada carga financiera, en caja recibo 5 millones de guaraníes, equipos y maquinaria totalmente destruidos, equipos de oficinas obsoletas, un edificio municipal que necesita urgente mantenimiento, un matadero que no está habilitado y de donde sale la carne que consumimos, una terminal de ómnibus que no está acorde; hay muchas tareas que hacer y pocos recursos”.
Pero, la “historia” empieza mal, ya que los colorados se unieron en la Junta Municipal; Silvio Irala, joven concejal que fue figura de la lucha contra la corrupción, se convirtió de héroe a villano, ya que ahora pasó a formar parte del grupo que él criticaba y comete los atropellos contra los cuales luchaba junto a otros.
Atropellaron la institucionalidad y faltando un mes para la renovación de la mesa directiva, en forma irregular, destituyeron a la presidenta de la Junta, Lurdes Cardozo (PLRA), violentando el reglamento interno y por mayoría coyuntural designaron a Silvio Irala como presidente y la oposición recurrió al Tribunal Electoral. Es decir, se generó un conflicto innecesario que solo entorpece el inicio de una nueva etapa en la administración, como soñaban los sampedranos.