La designación de Luis Ramírez en esa cartera hace pensar en un ministerio en el que lo educativo será lo esencial por sobre asuntos las más de las veces patéticamente politiqueros. El MEC ha sido un “cupo” para maquinaciones ajenas a la educación propiamente.
Ramírez ha nombrado dos viceministros con conocimientos y visión enfocada en la educación como valor humano, individual y social: Federico Mora y David Velázquez Seiferheld. Este equipo no podrá solucionar de buenas a primeras los severos problemas que aquejan a nuestra educación. Pero sí podrá sentar las bases para iniciar una evolución en contenido y metodología. Podrá desplegar orientaciones hacia un sistema educativo tendiente a borrar paulatinamente las estadísticas que nos causan escalofríos, sobre todo en comprensión lectora y matemáticas, asuntos que hacen directamente a la formación integral del ser humano y, a escala colectiva, a la competitividad del país en un mundo cada vez más exigente.
El futuro ministro sostuvo en varias entrevistas que uno de sus principales objetivos es la modificación de la malla curricular para adecuarla a las necesidades propias de nuestro país e incluso de regiones departamentales.
Es imperioso promulgar cuanto antes la Ley del Libro, instalar la lectura como un derecho fundamental en todo el territorio nacional y trabajar sobre la comprensión lectora para enriquecer el vocabulario. La pobreza del lenguaje hace que desaparezcan los matices en la comunicación y entonces se impone el alto contraste, es decir, los gritos, los insultos, las acusaciones. La violencia. La violencia verbal lleva demasiadas veces a la violencia física.
El ministro planteó también “la urgente y necesaria formación del docente”. Hay que hacer que los docentes centren su atención en las materias educativas, en enriquecer el contenido de sus clases, liberándolos de la atosigante tarea de llenar largas, fastidiosas y fatigantes planillas burocráticas.
La doctora Emilia Ferreiro, escritora y eminente pedagoga argentina, discípula del gran Jean Piaget en la Universidad de Ginebra, afirma de manera contundente que el docente no puede “seguir haciendo tareas burocráticas”. Y que debe tener la logística suficiente para leer. “Un docente que no lee no puede transmitir a sus alumnos el placer de la lectura, el amor a la lectura”, sostiene la doctora Ferreiro. Y sin lectura ni comprensión lectora seguiremos siendo una sociedad carente de una condición sustantiva de competitividad.
Una acción eminentemente técnica en el MEC chocará con intereses no muy nobles ya instalados ahí. Ramírez y su equipo deberán tener un fuerte respaldo político para soportar embates. Pero blindándolos, el presidente Peña posibilitaría a la población la herramienta idónea para combatir la pobreza: una educación basada en el libro, la lectura, la comprensión lectora y la cultura. Para vivir con plenitud.
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