Neneco Norton, en el recuerdo

En junio de 1960 se estrenó “Resedá” con música de Neneco Norton. Fue en el cine-teatro “Splendid”, sobre la calle Estrella. Le conocí personalmente a Neneco hacia finales de 1959 con un libreto bajo el brazo.

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El país estaba aún de pie aplaudiendo “María Pacurí”, de Manuel Frutos Pane y Juan Carlos Moreno González, representada por la Compañía de Comedias del Ateneo Paraguayo, con la dirección de nadie menos que Fernando Oca del Valle.

Rovisa y yo trabajábamos en el diario “El Independiente”. Rovisa era cronista de espectáculos, aunque la mayor de las veces el espectáculo era él. Tenía una capacidad ilimitada para meterse en líos por su índole contradictoria, mordaz y burlona. Juntos vimos “María Pacurí”, en el Teatro Municipal. Extrañamente, la obra le gustó. Sin embargo, yo hice algunos reparos. Uno de los personajes, Antonio, el indígena, me pareció confuso. La respuesta de Rovisa fue rápida y muy propia de él: “apuesto que vos nunca harías nada ni siquiera lejanamente parecida a esta obra”.

No estaba en condiciones de aceptar semejante desafío, pero me quedó la idea de probar en silencio la posibilidad de escribir una pieza teatral, que no me era desconocida como público ni como lector. Tenía también una corta y desastrosa experiencia como actor en el elenco del Salesianito.

En diciembre de 1959 tenía terminada la pieza, “Resedá”, nombre del personaje central femenino. Intentaba ser una zarzuela. Con la osadía propia de la juventud y del principiante le pregunté al actor Carlos Gómez, para quien escribía libretos radiales, si conocía a algún compositor que pudiera musicalizar la pieza. Me dio el nombre de Neneco Norton.

La obra se estrenó con la dirección escénica de Matías Ferreira Díaz, la dirección orquestal de Neneco y la coreografía de Denis Zayas, director de un ballet universitario. Del “Splendid” se pasó al cine-teatro “España” y terminó con una función en Yaguarón. Suelo recordar que aquí la comedia casi culminó en tragedia. En una escena, el hijo (César García) parecía dispuesto a golpear al padre (Ferreira Díaz) en una fogosa discusión. Se levanta el comisario del pueblo y pistola en mano amenaza al actor que tendría su merecido si tocase a su anciano e indefenso padre. El policía recibió una fuerte ovación del numeroso público, ovación que hubieran querido para sí los artistas. Se interrumpió la obra para que Matías aclarase la situación. Calmado el ánimo, siguió la función pero García frenó sus ímpetus. Neneco pidió a los músicos que animaran más todavía el espectáculo con la esperanza de anular otro intento justiciero.

El resultado de la obra nos alentó para realizar nuevos proyectos. El entusiasmo de Neneco era propicio para otros intentos. Estrenamos después “Urutau”, una pieza breve inspirada en la conocida leyenda. Fue en el Teatro Municipal con la cantante Yverá, el ballet de Reina Menchaca y la dirección general de Mario Prono. Después, en 1962, se estrenó “Naranjera”, con algunas de las músicas más inspiradas de Neneco. Los cantantes eran Chingola Irala y Oscar Barreto Aguayo. En realidad, era todavía Oscar Aguayo. Se hacía llamar así para esconderse de su profesora de canto, la exigente Sofía Mendoza, que no le permitía meterse en asuntos menores. Vinieron otras obras como “Ribereña”, “El Delgado”, y tal vez dos o tres más. Neneco se asoció también con otros libretistas.

Las zarzuelas ampliaron las posibilidades de Neneco Norton para exigirse a sí mismo como compositor, arreglador y director de orquesta. Fueron la oportunidad, muy bien aprovechada, para reafirmar su exquisita sensibilidad artística y extender su fama de inspirado compositor.

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