Histórico

Esta semana ocurrió un hito para la historia de la democracia y los derechos humanos en la República del Paraguay. El jueves 29, por la noche, lo que debió ser la inauguración de la nueva embajada estadounidense, terminó inesperadamente convertida en una reparación histórica.

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Lo hizo el embajador Marc Ostfield frente al actual presidente del Paraguay, Mario Abdo Benítez, hijo del eterno secretario de Alfredo Stroessner, pero además un hombre que en muchas ocasiones no ha ocultado su simpatía por aspectos del stronismo (como si hubiera una parte buena y mala, como si se pudieran separar las ramas del tronco de un árbol).

“Durante los años 70 y 80, hemos contribuido a injusticias en Paraguay. No debemos esconder, ni tener miedo a hablar de estas cosas. Es importante que lo hagamos, para que no se repitan nunca más” dijo alto y claro Ostfield. Nadie vio venir lo que terminó diciendo, ni siquiera cuando dijo que sentía que debía “mencionar una parte de nuestra historia compartida, una parte reprochable que muchos preferirían olvidar”. Lo inesperado de la confesión, la asunción del horror y el encubrimiento abre la esperanza a una concreta reparación histórica.

En las últimas horas, la Mesa Memoria Histórica (y archivos de la represión 1954 – 1989), una unión de distintos sectores de la sociedad civil, saludó el gesto pero agregó que Estados Unidos debe contribuir con gestos reparadores concretos. La Mesa reclama que se desclasifiquen los documentos confidenciales de organismos estadounidenses sobre las relaciones de EE.UU. con Paraguay durante la dictadura. Y en particular, reclaman saber todo con respecto al Plan Cóndor, sus víctimas y victimarios.

El Plan Cóndor, un sistema formal de represión y terrorismo de Estado en el cono sur fue un operativo respaldado por EE.UU. Se extendió fatalmente sobre Paraguay, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Brasil, terminó con miles de presos, torturados, muertos y desaparecidos. Hace apenas unas semanas volvimos a tocar el horror cuando apareció en Uruguay un avión que sirvió para transportar desde Asunción a Buenos Aires a cinco estudiantes que terminaron desaparecidos: los argentinos José Luis Nell, Alejandro Logoluso y Marta Landi, y los uruguayos Nelson Santana y Gustavo Inzaurralde. En Paraguay dicen que hay una investigación fiscal que nunca avanzó, en los otros países los siguen buscando. Si los EE.UU. quieren que creamos su sinceridad deben estar abiertos a una colaboración activa para llegar a las víctimas desaparecidas y conocer a todos y cada uno de los victimarios.

El perdón y la paz transitan el camino de la justicia.

mabel@abc.com.py

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