Estados Unidos ha reconocido su error y ha hablado de ello abiertamente como parte de una nueva etapa en las relaciones diplomáticas. En ese contexto, han resonado las palabras de Marc Ostfield. Palabras que hablan de que en la amistad histórica entre Paraguay y los Estados Unidos hay una parte reprochable “que muchos preferirían olvidar… durante los años 70 y 80, hemos contribuido a injusticias en Paraguay. No debemos esconder, ni tener miedo a hablar de estas cosas . Es importante que lo hagamos, para que no se repitan nunca más”.
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Esas injusticias de las que habla Ostfield son específicamente el diseño y la participación activa en el Operativo Cóndor con el que se “libraron” de todo aquel que hiciera oposición al régimen dictatorial de Alfredo Stroessner en el Paraguay.
Torturas, persecuciones, cierres de medios de comunicación, tumbas NN y los atroces “vuelos de la muerte”, son parte del nefasto inventario que ambos gobiernos han perpetrado. Tal vez las palabras de Ostfield han dado alivio por una parte; pero también han echado sal a la herida abierta dejada por una dictadura que cuyas consecuencias y resabios los seguimos padeciendo hasta hoy.
Así como no “debemos tener miedo a hablar de estas cosas”, tampoco debemos tener miedo de saltar la siguiente etapa y reclamar justicia, verdadera justicia. Al error cometido, nos enseñaron, le sigue el pedido de disculpas. Y al pedido de disculpas, “el propósito de enmienda”.
Nos preguntamos entonces si esta nueva etapa de relaciones implican también una agenda que traiga a la mesa detalles, indicios, documentos y acciones que nos permitan hablar clara y abiertamente de esto para que de verdad podamos castigar a los culpables como ejemplo y garantía de que en Paraguay de verdad se cumpla aquello de “dictadura nunca más”.