No vivir estresado

El Evangelio de hoy habla de la despedida de Jesús, en la Última Cena, y por esto, los apóstoles están inquietos.

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Diversas cosas generan estrés en nuestra vida: la despedida de una persona amada, una deuda económica, la pérdida del poder, y tantas otras.

Para no perder la calma es necesario elaborar metas, ser y sentirse responsable en la construcción del propio futuro, y el de la familia.

Jesús va explicando por qué no debemos inquietarnos, vivir estresados, de repente, deprimidos.

Él nos asegura que en la casa del Padre hay muchas moradas, suficientes para todos los que le siguen de corazón limpio, siempre disponibles para practicar la justicia. Pero, no hay que ilusionarse con manipulaciones del semejante, con enriquecimiento ilícito y con promiscuidades sexuales.

Para llegar a esta situación, donde no hay nerviosismos desubicados, es necesario ir por el camino correcto, que Él lo muestra: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. El “Camino” es una persona, es un estilo de vida, es la encarnación de ciertos valores, que promueven la dignidad de todos.

Si uno va por otro lado, con mucha plata, o poca plata, seguramente será torturado por diversas zozobras, pues el ser humano, cuando está lejos de Dios es un pobre inútil, que se dirige hacia la frustración completa.

Para combatir el estrés es fundamental vivir en la “Verdad”, que, de nuevo, es una persona, no tanto, una definición más o menos filosófica. Para merecer disfrutar de las moradas que el Padre ofrece, hay que ser honesto en sus palabras y en sus acciones, no debe vender su conciencia, y tampoco, su cuerpo, con las promiscuidades. No debe hacer ningún tipo de fraude, que es una mentira.

Todo esto apunta a la necesidad de una nueva existencia, con un espíritu trasformado, donde entendamos que engañar al otro no es la verdad de Cristo, ni el proyecto que Él nos propone. Este espíritu renovado y fortalecido, con la esperanza de, un día, gozar de la casa del Padre, nos brinda notable serenidad delante de los problemas cotidianos a resolver.

Jesús insiste, proclamando: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí”. No perturbarse exige tener fe en Dios, que es nuestro Padre amoroso, y también en Cristo, que revela de modo claro y fraterno el designio de Dios, para nuestra sanación emocional en este mundo, y después, la felicidad eterna en el Paraíso.

Atendamos bien a la categórica expresión de Cristo: “Nadie va al Padre, sino por mí”, y este es el “Camino”.

Paz y bien.

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