Me referiré a cuatro de ellos: el inicio de la revolución de 1947, la masacre de campesinos en Caaguazú en 1980, el asesinato de ocho jóvenes en la plaza del Congreso en 1999 y el “Marzo Paraguayo de Cartes”, también en la plaza del Congreso en 2017. Lo más trágico de estos acontecimientos es que podían haberse evitado.
1) La revolución de 1947 comenzó en junio de 1946 en lo que se dio en llamar la “Primavera democrática” que duró seis meses. Fue el resultado de una rebelión en la Caballería. Sus protagonistas serían conocidos como “militares institucionalistas” que buscaron acabar con la dictadura del general Higinio Morínigo y llamar a una Convención Nacional Constituyente.
Se formó un Gobierno de Coalición entre colorados, febreristas y militares que abrió las puertas a la libertad política, de expresión, de reunión. Pronto ese gobierno fue conocido como de “colisión” por los enredos entre sus integrantes. La intolerancia, la ambición, acabaron en seis meses con el proyecto democrático. Morínigo, que seguía en el poder como “prisionero de un gobierno democrático”, aprovechó muy bien la complicación en su entorno. Burlándose de los militares, a quienes había prometido concretar con ellos la normalización institucional del país, entregó el poder a los colorados el 13 de enero de 1947. Los “institucionalistas” nuevamente se alzaron en armas y estalló la costosa guerra civil en Concepción.
2) En la madrugada del 8 de marzo de 1980 unos 30 campesinos de la colonia Acaray’mi, Alto Paraná, hartos de sufrir los atropellos a sus derechos de trabajar la tierra que el entonces Instituto de Bienestar Rural les había concedido, decidieron llegar a Asunción para presentar sus reclamos. Abordaron un ómnibus de la empresa “Caaguazu” cuyo conductor, más adelante, recibió la orden de detenerse por parte de la comisión de combate al contrabando. El chofer fue apercibido por los campesinos que no se detuviera en la creencia de que serían apresados. Hubo disparos de un arma de fuego y algunos kilómetros más los colonos abandonaron el ómnibus en una parte boscosa, la que al amanecer fue inundada por los militares junto con los matones de la seccional colorada de Caaguazú.
Este intento de protesta de los colonos se saldó, esa misma mañana, con 20 asesinatos. Los cuerpos de diez de las víctimas nunca fueron encontrados. Los prisioneros, incluyendo a dos niñas, pasaron largos años en la cárcel de Tacumbú y el Buen Pastor. Esta represión formaba parte de las ejercidas contra las Ligas Agrarias que la dictadura buscaba exterminarlas. Y lo consiguió con torturas, asesinatos, desapariciones como los de Jejuí, Misiones, Caaguazu, Paraguari, etc.
3) El 23 de marzo de 1999 el vice presidente de la República, Luis María Argaña, fue asesinado en la vía pública. Fue su principal consecuencia que los jóvenes argañistas se congregaran frente al edificio del Congreso para seguir la sesión que estudiaba el juicio político al presidente Raúl Cubas. También los oviedistas, que apoyaban a Cubas, se congregaron en la misma plaza con intenciones de alejar a los argañistas. Como no les fue posible, pistoleros oviedistas se instalaron en la terraza del edificio Zodiac desde donde dispararon, tal como se pudo ver en directo por los canales de televisión. Luego la balacera se trasladó en la misma plaza, entre la multitud. Esta locura oviedista dejó siete jóvenes argañistas asesinados en el acto. Uno de ellos falleció después.
4) El viernes 31 de marzo de 2017, 25 senadores cartistas -algunos de ellos disfrazados de opositores- aprobaron, a puertas cerradas, violar la Constitución Nacional para permitir la enmienda a favor de la reelección de Cartes, pese al claro mandato constitucional en contra. Pero la ambición de poder y la codicia pesaron más en el ánimo de los cartistas.
La consecuencia de este desvarío criminal fue el enojo de la ciudadanía que se congregó en la plaza del Congreso para protestar. Llevados por su indignación, un grupo de jóvenes prendió fuego en una parte del edificio parlamentario con una llamativa ausencia policial.
La Policía actuó recién para ensañarse contra los jóvenes liberales que buscaron refugio en la sede del Partido. En este sitio fue asesinado Rodrigo Quintana, otra víctima de nuestra nunca resuelta desmedida avidez por el poder. Este caso, como muchos otros cometidos por los cartistas, quedó sepultado bajo la complicidad de la fiscalía.