La clasificación debería empezar allí

Medio en broma, pero muy en serio, como que la idea de que el subsiguiente Mundial de Fútbol se lleve a cabo en forma conjunta por varios países del cono sur americano, entre éstos el nuestro, está cobrando forma, y a pesar de que la confirmación oficial y anuncio respectivo se darán recién en el 2024 por parte de la FIFA, ya la sola perspectiva nos llena de entusiasmo.

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¡Desde luego que es motivo de satisfacción! Con por lo menos 2 escenarios deportivos –hasta el momento- aptos para este nivel de juegos, contamos además con una razonable infraestructura hotelera. Esto posibilitará que, al margen de los partidos que se disputen en suelo guaraní con la consabida llegada de fanáticos, podamos también atraer a la gente que acuda a localidades cercanas a nuestras principales ciudades fronterizas, quienes además del alojamiento buscarán realizar turismo de compras, disfrutar de la gastronomía y cualesquiera ventajas que podamos ofrecer. Éstos y muchos otros factores potenciarán las posibilidades de ingresar enormes cantidades de dinero a través de la industria sin chimeneas, constituyendo un panorama más que auspicioso.

Pero no nos olvidemos de lo principal: Siendo un país anfitrión, estaremos clasificados automáticamente para disputar ese Mundial, privilegio que se nos presenta escurridizo y complicado desde hace varias eliminatorias. Es que, en este intrincado sistema de llaves de todos contra todos, vivimos y sufrimos desde hace años viendo desfilar a jugadores más experimentados que dieron lugar a una camada más joven, que volvió a dar lugar a otra más joven aún, acompañadas todas las anteriores por técnicos extranjeros y nacionales, en varios procesos –porque así los llaman los expertos del deporte rey- que terminaron todos indefectiblemente con el mismo resultado: Paraguay eliminado.

Estos mismos expertos, algunos de ellos de verdad y otros más bien profetas del día después, de seguro podrán opinar hasta el hartazgo sobre las causas de estas eliminaciones, que deben ser varias, pero queremos en este humilde espacio concentrarnos en una sola de ellas, que consideramos quizás, y solamente quizás, pueda tener algo que ver con todas las demás, y nos referimos concretamente a la conducta correcta y disciplina, o a la ausencia de las mismas, que rodean a la práctica de este deporte en nuestro país, comenzando desde las divisiones inferiores, que es en puridad donde comienza todo, en el amplio sentido.

El fútbol lo juegan los niños desde temprana edad en todo el país, siendo un deporte relativamente económico y accesible para todos, esto sumado al clima más que benévolo, permite que miles de niños y jóvenes lo practiquen, y de este semillero surgen aquellos que descollan por sus habilidades naturales, resistencia, carisma en la cancha, o la mezcla en diversas proporciones de todo lo anterior. Son éstos chicos los que integran las divisionales inferiores, y donde reciben las primeras –y fundamentales- nociones profesionales que les acompañarán y sobre las que construirán su formación a lo largo de sus carreras en este deporte.

Ahora intentemos ahondar un poco más en el tema, y para hacerlo trasladémonos a las canchas de la APF habilitadas en el predio del Parque Guazú, impecables instalaciones en las que se desarrollan torneos y competencias de las categorías menores durante los fines de semana. Es importante acotar que este Parque fue declarado como Área Silvestre Protegida por Decreto, habiendo anteriormente sido cedidos espacios para canchas de fútbol a la APF, a través de un acuerdo con el Ministerio de Obras Públicas.

Estos espacios, ubicados estratégicamente en el límite de las ciudades de Asunción y Luque, constituyen de por sí un plus por la facilidad en llegar hasta allí. En ellos, al excelente estado de las instalaciones incluyendo baños, empastado, canchas y graderías, se suma la belleza del entorno del parque con sus 125 hectáreas de zonas verdes, aguadas, árboles y variedad de animales. Todos estos factores, en cualquier lugar del mundo, serían potenciados por las autoridades y promotores del deporte, en la seguridad de que constituyen un aliciente más para estos deportistas profesionales en ciernes.

¿Pero qué ocurre en nuestro peculiar país?, en el que gastamos bromas a los guaireños por hacer las cosas al revés cuando en realidad todos somos medio gua´i, pues los padres e hinchada de estos muchachos que sudan dentro de las canchas se ubican de cualquier manera en las adyacencias de las mismas, dejan basuras tiradas al retirarse (habiendo basureros), llevan batucadas y parlantes y transitan con sus vehículos sobre la calzada reservada a las personas que practican caminata, trote o ciclismo.

Estos mismos vicios, que estos padres son responsables de inculcar –o haber dejado de hacerlo- a sus hijos promisorios futbolistas, se replican en casi todas los pueblos y ciudades donde plazas, canchas de fútbol anexas a iglesias o pertenecientes a clubes y espacios públicos son mal utilizados y los vecinos avasallados por la turba, todo bajo la mirada indolente de las autoridades policiales e interesada de los empresarios del deporte que aún no se dieron cuenta que este deporte podría ser muchísimo más rentable si se practicara más profesionalmente adentro y afuera de las canchas.

Aún no comprendimos que la clasificación a los mundiales empieza con la formación de los chicos, y nos conformamos con un campeonato local mediocre mientras admiramos el fútbol de la Intermedia argentino. Festejamos una clasificación de carambola como si hubiésemos ganado la copa del mundo, y ni pensamos qué hacer si llegamos a segunda fase. Incluso no faltó a quien le cause gracia que los japoneses, luego de eliminarse, hayan limpiado todo su sector en las graderías. Y mientras esto ocurra, y la gran mayoría de los periodistas deportivos sepan solo de fútbol, seguiremos siendo, ni más ni menos, el patio trasero sudamericano del deporte rey.

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