Un ejemplo de que el cambio parcial no es más que un parche es la Confederación Paraguaya de Básquetbol (CPB). Uno de los deportes más populares del país cambió parcialmente sus autoridades, atendiendo a la imposibilidad de que el prófugo Santiago Ochipinti siguiera al frente.
Un viejo conocido de la casa, Carlos María Ljubetic, asumió. Y si bien se vieron algunos puntos positivos, todavía queda mucha podredumbre dentro de la institución si se pretende instalar al básquet paraguayo como un deporte familiar, de masa y competitivo a nivel regional.
Para celebrar los torneos de verano del 3x3, modalidad conocida coloquialmente como “Jimmy” y que va perfilándose como una posibilidad olímpica.
Más allá de lo positivo, queda la larga lista de negativos. Por ejemplo, mientras escribo esta columna el domingo 12 de febrero, el básquet paraguayo sigue sin tener reglamento definido para los torneos de Primera División.
Sin planificación, los clubes poco y nada podrán hacer para que el espectáculo sea atrayente. Y así es difícil esperar que más gente acuda a las canchas y que más niños se enamoren de un deporte verdaderamente apasionante.
Esperemos que los cambios de la CPB sean reales y no se repitan las prácticas de visión obtusa y que aparentemente solo buscaban beneficiar a algunos.
Más allá de lo deportivo, también hay cuestiones que deben ser erradicadas de la CPB. Es más me animo incluso a dar nombres de personas que no pueden tener cabida, entre las que aparece Jorge Olmedo Soloaga, gerente de la institución.
Olmedo se ha dedicado a desprestigiar a la institución. El caso más reciente fue el trato denigrante que brindó a una joven madre que acudió a la matriz del básquet en busca de auxilio.
Fátima* es madre de un niño de siete años enamorado del básquet. Su pequeño practicaba el deporte que ama en el “mini” del Club Sportivo San Lorenzo. Y digo bien al usar el pasado: practicaba.
Esta joven madre cometió el terrible “pecado” de emitir una opinión sin dar nombres, pero que molestó a un sector de la dirigencia del básquet sanlorenzano. No insultó, no faltó al respeto, simplemente preguntó sobre el destino de las cuotas.
Al más fiel estilo dictatorial, la dirigencia sanlorenzana decidió sancionar esas opiniones que en las que ni siquiera fueron nombrados el club ni ningún directivo. Pero sancionaron al más débil, le prohibieron al pequeño de siete años que volviera a ingresar al club o practicar el deporte que tanto ama. Violaciones de derechos constitucionales básicos.
Fátima acudió a la CPB a pedir ayuda, allí la atendió Olmedo. Con su total carencia de humanidad, el gerente de la CPB discutió con esta madre delante del niño. Palabras más, palabras menos, le dijo que deje de hacer tanto drama y que el “mini” no era importante para la matriz del Básquetbol.
¿Cuánto tiempo más la CPB seguirá apañando este tipo de situaciones? Ni Olmedo ni ningún otro dirigente de esta calaña pueden seguir en la institución. De lo contrario significaría que solo se busca apañar las prácticas con otros nombres.