Invisibles

La muerte de dos mujeres indígenas en misteriosas circunstancias registrada la semana pasada es solo la punta del iceberg de un problema social que el Chaco viene engendrando hace tiempo y que, mayormente, la población prefiere ignorar. Siendo una comunidad moralista y cristocéntrica, hablar del intercambio de favores sexuales a cambio de dinero es un concepto que escandaliza a algunos, pero que es innegable que está presente, que es una práctica común y de vox populi.

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Es el día a día y el medio de supervivencia de muchas mujeres.

Según los datos brindados por los familiares de las dos mujeres encontradas muertas, eventualmente recurrían a esta práctica, hecho que posiblemente haya desencadenado en el misterioso deceso, ahogadas en un tajamar. Después, el único sospechoso habría arrojado sus cuerpos a un yuyal, como si fuesen animales.

Esta escandalosa cadena de sucesos parece no sacudir a la comunidad chaqueña. Nadie dimensiona que una de las víctimas tenía apenas 15 años de edad y el presunto victimario 55; nadie parece percibir que en puntos clave de la ciudad se juntan jovencitas (y mujeres no tan jóvenes), paradas en las esquinas, esperando clientes que son de la más variada cultura, desde menonitas y latinos hasta los propios indígenas.

El Chaco es tierra de trabajo y progreso, pero toda prosperidad económica viene acompañada de vicios. Esto no se puede negar y menos tapar porque la situación podría descontrolarse.

Además, si queremos atrevernos a gritar a los cuatro vientos que somos una sociedad pro vida y pro familia, es momento de hacer un golpe de timón.

La fórmula para ser invisible muchas veces incluye ser mujer, indígena y pobre, tres factores que se mezclan en un cóctel de indiferencia social que las mata incluso mucho antes de la propia muerte. La rapidez con la que se las juzga es comparable con la expiación de culpas los domingos en el servicio religioso.

Sanear la sociedad para llegar a la ideal requiere de toda la población y comienza por la forma en que miramos al prójimo. ¿Practicamos la piedad o portamos el martillo de juez? ¿Estamos dispuestos a hacer algo por las mujeres “invisibles” o es más cómodo criticar?

natalia.ortiz@abc.com.py

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