Pero, la desfachatez colorada no es nueva, si nos remontamos desde las primeras elecciones tras la caída del dictador Alfredo Stroessner y su nefasta trilogía “Partido Colorado, Gobierno y Fuerzas Armadas” nos encontramos con el sincericidio del senador Calé Galaverna, quien en plena sesión en el 2008 admitió ser artífice del robo de la voluntad popular durante las internas partidarias de 1992, cuando fue proclamada vencedora la dupla Wasmosy-Seifart, y que en realidad en las urnas ganó la fórmula Argaña- Ibáñez, según dijo.
“Sí, sí soy parte de los responsables de esa estupidez que hicimos en la manipulación de los resultados electorales”, había admitido el veterano político colorado.
Otro ejemplo de la corrupta claque colorada es el extinto senador Óscar González Daher, quien desde su banca había dicho: “Nunca tuve manejo corrupto en los cargos que he ocupado, jamás me voy a meter en nada turbio. Yo no miento, yo no robo (...)”, pero poco tiempo después fue expulsado y condenado por hechos de corrupción, aunque murió sin rendir cuentas.
No nos olvidemos del senador Silvio “Beto” Ovelar y su “trato apu’a” filmado durante una elección comprando cédulas de identidad y también cuando votaba en el Senado los topes para el salario de los funcionarios, pero estaba pensando más en su parentela. “Hola mi amor, los cartistas están con nosotros a excepción de Monges, que no estuvo presente, Calé y yo…”, dijo a su esposa, quien era asesora jurídica de Itaipú con un sueldazo de G. 105 millones. En fin, los colorados tienen un largo historial “comiendo plata” o robando la voluntad popular y lo más lamentable, es que se jactan de eso.
Para desterrar esta política corrupta, el país necesita de electores pensantes y no solo votantes que van a las urnas solo por fanatismo.