Y en América del Sur, el subcontinente que vive el fútbol con una pasión tan particular, han sido muchos los casos de maleantes y políticos que han usado al deporte más popular de la región para ganar adeptos. Así tuvimos al narco Pablo Escobar con su Atlético Nacional de Medellín o al Cartel de Cali con el América de esa ciudad. Un caso todavía más particular es el de México, donde la influencia de los grupos del hampa sigue rondando.
Paraguay no es un caso diferente. Y es que desde hace décadas que políticos y hasta personas cuestionables han utilizado al fútbol con la intención de ganar popularidad y acallar críticas a sus actividades o al origen de sus dudosas riquezas. Lo que sí quizás podría ser único es la forma en la que varios nombres que deberían ser condenados cuanto menos a la vergüenza social siguen rondando ufanos como “grandes señores dirigentes”, cuando lo que son realmente no cabe dentro de términos reproducibles en un espacio como este.
Quizás el caso más alevoso fue el del clan González Daher con el Sportivo Luqueño, institución a la que durante décadas utilizaron sin asco hasta el punto de condenar a uno de los clubes más grandes al descenso, una situación de la que rápidamente consiguieron volver para alegría de toda una ciudad.
El centenario club auriazul fue utilizado durante décadas por Óscar y Ramón González Daher para mover el dinero proveniente de los préstamos usurarios y los aprietes judiciales con los que robaron la esperanza de miles de personas. Las arcas de la institución fueron utilizadas supuestamente hasta para la triangulación de jugadores y hasta para el lavado de dinero, según una denuncia que duerme el sueño de los justos en la Fiscalía desde hace un par de años.
Mientras tanto, hasta el estadio del club se caía a pedazos y hasta metieron a organizaciones ligadas al narcotráfico como “barras bravas”, algunos de los cuales seguían protagonizando bochornosos episodios en los partidos de Luqueño en la Intermedia.
Pero la justicia llegó y los González Daher fueron defenestrados. Hoy muchos que alguna vez fueron sus amigos leales prefieren dar vuelta la cara, aunque durante décadas se sentaron a su misma mesa, conscientes de lo que hacían.
Y aunque algunos prefieren obviarlo, siguen habiendo nombres en clubes de Primera y hasta en la propia Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) que deberían ser condenados a la ignominia, pero siguen campantes.
Es el caso de Roberto Garcete, actual vicepresidente de Resistencia y miembro del Consejo Ejecutivo de la APF. Este hombre, oriundo de la Chacarita, es uno de los que fue señalado por el tribunal que condenó a González Daher entre los que debían ser investigados por la Fiscalía.
Es que Garcete también fue denunciado por usura y estafa. El “gran señor” de la APF usó una serie de artimañas para arrebatarle al ingeniero Miguel Britos, también expresidente de Resistencia y hasta su conocido, su casa en Luque. Todo bajo el amparo de Ramón González Daher que casi mandó a la cárcel al atormentado y trabajador hombre.
El ingeniero Britos sigue recibiendo amenazas hasta hoy por haberse animado a denunciar y contar su caso en este mismo diario. Mientras tanto Garcete es entrevistado como gran dirigente.
Y la lista de impresentables que usan el fútbol es todavía extensa. Están en todos lados: desde Olimpia hasta Cerro, pasando por Libertad.
La gran pregunta es ¿cuánto tiempo más permitirán este tipo de situaciones quienes son medianamente honrados en estos espacios?