Este concepto difundido ampliamente llegó a tal punto que los que nacieron en las últimas dos décadas se ganarán el mote de “generación de cristal”.
A estas nuevas generaciones se los señala por no soportar muchas de las cosas que en las épocas pasadas eran “normales”. Dicen de estas generaciones que se quejan mucho, hacen poco y que no aguantan los castigos, que según algunos, siempre funcionó a la perfección.
Uno de los métodos de corrección del que alardean las generaciones pasadas es el castigo físico como método correctivo y la generación de cristal por supuesto lo rechaza. Este rechazo a los castigos físicos no es un invento de la generación de cristal y tampoco es propia de la misma. De acuerdo con las convenciones y leyes internacionales, además del Código de la Niñez y la Adolescencia de Paraguay es prohibido el castigo corporal y humillante como método correctivo.
Según profesionales de la Unicef, las consecuencias físicas, psicológicas y sociales más frecuentes del castigo físico y las humillaciones verbales en los niños, niñas y adolescentes son muchas y graves. Algunas de ellas son: baja autoestima, sentimientos de soledad y abandono, exclusión del diálogo y la reflexión, y dificultad para encontrar modos alternativos de resolver conflictos de forma pacífica, generación de más violencia, ansiedad, angustia, depresión.
La lista de efectos negativos sigue con: trastornos de la identidad, síndrome del bebé sacudido (SBS), además de lesiones físicas que pueden ser mortales en niños y bebés. Hace algunas semanas, un docente de Ciudad del Este fue denunciado por propinar golpes con una guacha a tres alumnos.
Cuando el caso saltó a la luz, en las redes inundaron mensajes de apoyo al docente, quien fue elogiado por supuestamente recurrir a los golpes. Incluso un grupo de padres de familia divulgó un comunicado en el que expresaban el apoyo al docente.
Afortunadamente, la nueva generación, la de cristal como se la llama de forma despectiva, ya no se calla ante hechos de esta naturaleza. No aceptan los golpes como lo hacían anteriormente sus padres o abuelos, ya no se callan cuando son abusados, ya no tienen miedo de gritar ante los hechos de injusticia, ya no se avergüenzan para decir que son acosados, ya no están dispuestos a llevar una vida de esclavitud laboral.
Particularmente, me quito el sombrero a la generación de cristal; tendrán errores, claro que sí pero es preferible mil veces tener una sociedad que no se calla y no tolera las crueldades; jóvenes que no bajan la cabeza ante abusos y violencia que por décadas fueron aceptados y tolerados. Tal vez nuestros padres y abuelos no tuvieron alternativas, pero ahora tenemos la oportunidad de hacer las cosas diferentes.
En esta semana que se celebra el Día de la Juventud reivindico a esta generación de cristal, los prefiero siempre frágil ante las injusticias, los abusos, los malos tratos. Sigan haciendo berrinches por todo, sigan gritando y sacudiendo ante lo que creen que está mal, porque lo que está mal está mal, aunque se lo haya practicado por siglos.