El “estado nación” no es un invento. Es un fenómeno sociológico natural y se origina en el periodo neolítico, se consolida con la formación de las “ciudades estado” de Sumeria, pero principalmente con la de la “nación de Kemi” (Egipto), después China, y, luego, las “ciudades estado” de Grecia.
El fenómeno sociológico natural “estado nación” fue aplastado durante muchos siglos por imperios multinacionales como el Imperio Romano, el Imperio Bizantino, el Sacro Romano Imperio, el Imperio Otomano, y otros, entre los que cabe destacar al Imperio Austro Húngaro.
Este, en particular, demuestra que el “estado nación” es un fenómeno que solamente se puede suprimir por la fuerza, pues la nación serbia, sometida a él, por poner un ejemplo significativo, nunca dejó de luchar por su independencia.
Tampoco dejaron jamás de luchar por su independencia los griegos, con respecto al Imperio Otomano. El pueblo de Israel jamás perdió su identidad a pesar de mil ochocientos años de persecución y diáspora y los palestinos también confirman que la identidad nacional es una realidad natural.
Los paraguayos somos un “estado nación”. Es verdad que nos formamos en el seno de un imperio multinacional, el Imperio Español, pero nuestro aislamiento en el seno del Imperio Español nos forjó con una identidad propia, particular, distinta, que nos llevó a reclamar nuestra independencia y a consolidarla.
La nación (“3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”) paraguaya reclamó su propio Estado y lo logró. Somos un “estado nación”.
El “estado nación” genera sus propios símbolos (“1. m. Elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición, etc. La bandera es símbolo de la patria. La paloma es el símbolo de la paz”): Nuestra bandera que simboliza la justicia (el rojo), la paz (el blanco) y la libertad (el azul) y nuestro himno que nos propone “Paraguayos, República o muerte, nuestro brío nos dio libertad”.
Ellos importan porque nos representan, porque representan nuestra comunidad, una comunidad por cuya existencia dieron la vida doscientos mil paraguayos en las guerras que sufrimos, que merecen que se respete su sacrificio supremo.
Lastimosamente hay gente, incluidos periodistas, que ignora (“1. tr. No saber algo o no tener noticia de ello”) de modo supino todo lo anterior y que pretende que para beneficio de sus celos particulares se puede degradar lo que los símbolos de nuestra comunidad significan.