Indolencia

Hace unos días, una madre de familia fue eximida de culpa y pena luego de un largo juicio oral al que se enfrentó por difamación y calumnia, tras denunciar bullying contra su hija. La afectada no solo no encontró contención ni respuestas a su denuncia sino terminó en el banquillo de los acusados.

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La madre de familia había acudido a la escuela pidiendo que la cambien de sección a su hija de solo nueve años porque era constantemente hostigada por sus compañeras, a tal punto que una de ellas la había agredido tomándola del cuello.

Los docentes y las psicólogas de la institución no solo no le hicieron caso, sino le hicieron sentir culpable a su hija diciéndole que tenía el 50% de la culpa y la hicieron sentar al lado de sus agresoras. Como madre no pudo quedarse cruzada de brazos, acudió a la supervisión, a la Fiscalía, Defensoría de la Niñez y nunca tuvo respuestas.

La situación llegó a tal punto que debido a su insistencia, una docente y una psicóloga de la institución comenzaron a presionarla y ella registró parte del incidente en la transmisión de una red social, lo que desencadenó la denuncia en su contra.

Esta es la triste realidad de nuestro día a día; miles de millones de recursos se destinan a instituciones públicas que en la hora de la verdad no le sirven nada a la ciudadanía.

Acudir a estas instituciones en busca de respuesta y salir enjuiciada es totalmente inadmisible y afortunadamente este juicio deja un importante precedente con la sentencia dictada.

Durante el juicio oral, se pudo demostrar que el bullying realmente ocurrió, que la madre enjuiciada estaba actuando para defender a su hija, es decir hicieron primar el interés superior del niño que es interés público sobre los intereses particulares de las docentes que se sintieron agraviadas en honor y reputación.

Esta indolencia de los docentes y la psicóloga de una institución pública ante el sufrimiento de una madre que trata de defender a su hija es el máximo reflejo de una sociedad deteriorada. En vez de brindar ayuda empeoraron la situación, recurriendo a una querella, lo que demandó tiempo y dinero de todas las partes incluyendo recursos públicos para que se lleve a cabo un juicio oral.

Es difícil de creer que una falta de empatía haya desencadenado semejante complicación llegando a estrados judiciales. Este caso nos debe servir de alarma para analizar cómo estamos como sociedad, hasta dónde llega nuestra falta de humanidad ante el sufrimiento del semejante.

tereza.fretes@abc.com.py

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