Ostentan prepotencia cerrando el tránsito con sus grandes camiones mientras largas filas de vehículos padecen el viacrucis de la circulación. Se burlan armando partidos de fútbol sobre las calzadas mientras la ciudadanía sufre la espera. Atropellan los derechos de los demás sin pudor, sin contar con que violan el derecho al libre tránsito garantizado por el artículo 41 de la Constitución Nacional.
Todo lo anterior es irrebatible.
Pero no menos cierto es que desde aquel día en que el Gobierno acusó a los principales líderes camioneros de haber extorsionado y recibido dinero, hasta ahora nada nos han probado. Los ilícitos que cometen los camioneros no se solucionarán cometiendo otros que vulneren el derecho a la justicia y a la transparencia.
Mañana se cumplirán 12 días de aquella contradictoria jornada donde el Gobierno y la fiscalía anunciaron que algunos líderes habían exigido dinero a cambio de parar las movilizaciones. Tan poco clara fue la narrativa que lo que inicialmente se dijo que era un millón, bajó luego a US$ 300.000 para finalmente luego conformarse con US$ 50.000. Con cada día que pasa, las dudas que instalaron engordan poco saludablemente: lo último que se supo es que habrían ido a cobrar la plata a bordo ¡de una patrullera!
Procesalmente, el juzgado y la fiscalía están amparados para mostrar las evidencias en algún momento del proceso.
Políticamente, el Ejecutivo a través del ministerio del Interior, negociador con los líderes camioneros, no puede seguir guardando silencio o enviando informaciones confusas, incompletas y hasta contradictorias. ¿Quién hacía las negociaciones? ¿De quien surgió la idea del pago? Además de audios de whatsapp, ¿se intervinieron los teléfonos y se hicieron escuchas autorizadas? ¿Por cuánto tiempo? ¿A quiénes? ¿Con quiénes hablaban? ¿Qué decían? ¿Hay políticos detrás de los líderes? ¿Quiénes?
Flaco favor se hace el Gobierno a sí mismo y a nuestra democracia con este secretismo. Administran un Estado en nombre de los ciudadanos, y a la ciudadanía les deben la información. Si hoy renunciamos a hacer las preguntas y a reclamar respuestas sobre el caso de los camioneros, preparémonos para que en otras resistencias ciudadanas se utilice el descrédito como látigo ante las protestas. Muestren lo que hay, o nos regalarán el derecho a sospechar que aquí, hay una jauría de gatos encerrados.