Jugar con la paciencia

Las sucesivas y frecuentes fallas que demuestran no solo las autoridades sino todo el sistema estatal está llegando a un punto límite. Lastimosamente no hay ninguna institución que podamos utilizar como ejemplo de excepción para afirmar que tiene una funcionalidad medianamente óptima.

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En todos los servicios en donde la ciudadanía depende del sector público o manejo estatal la atención deja mucho que desear, desde ir al hospital hasta recurrir a los estrados judiciales se torna un verdadero infierno para cualquiera.

No es en vano la extrema desconfianza que hay hacia todas las instituciones, las constantes quejas y reclamos hacia los diversos sectores. Una de las instituciones con menor credibilidad en nuestro país es precisamente el Poder Judicial, allí donde las personas acuden con sed de que se haga justicia, de recuperar algo que le pertenece o simplemente para que no se siga perjudicando a la ciudadanía mediante algún acto fraudulento.

El sistema judicial del Alto Paraná siempre fue muy cuestionado, jueces que se venden al mejor postor, alevosas decisiones para favorecer a grupos políticos, causas que se terminan cajoneando por algún “pedido especial”, se han convertido en el pan de cada día.

En estos días, un exjuez pintó de cuerpo entero esta realidad, no fue una revelación de secreto sino una confirmación más de cómo se maneja nuestra justicia. Contó que se le envió una resolución prefabricada y cuando se negó a firmarlo lo sacaron de buenas a primeras.

Hechos de esta naturaleza es lo que está llevando a la ciudadanía a un hartazgo generalizado y es aquí que da lugar un punto peligroso: hacer justicia por manos propias. En más de una ocasión hemos atestiguado de qué forma la gente prefiere resolver las cosas a su manera, pues ya no tiene ninguna esperanza hacia nuestra justicia.

Nuestras autoridades están jugando con la paciencia de la ciudadanía y eso puede costar muy caro en el futuro, incluso en un futuro más cercano que lejano. Llegamos a un punto en que las fallas se tornan tan alevosas y frecuentes que desaniman a cualquiera.

Si no se busca la manera de que las instituciones funcionen medianamente, estamos camino a un verdadero caos, es evidente que el sistema actual no funciona e incluso se debe pensar en recurrir a una reforma general para dar respuesta a una ciudadanía harta que todos los días se parte el lomo para sobrevivir en medio de tantas injusticias.

tereza.fretes@abc.com.py

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