Academias militares

En 1992 se estrenó una película, “A Few Good Men”, protagonizada por Demi Moore, Tom Cruise, Jack Nicholson, entre otros grandes actores, que trata sobre los secretos códigos de supuesto “honor” que muchos militares en el mundo creen necesarios para forjar el carácter marcial (https://bit.ly/3u1s9fn).

audima

En nuestros institutos militares de enseñanza evidentemente hay mandos castrenses que creen firmemente en la eficacia de estos códigos de supuesto “honor”: Durante la pasada semana se multiplicaron denuncias sobre apremios físicos típicos y propios de estos códigos en Academil y en el liceo Acosta Ñu.

Tan fundadas son las denuncias, que el presidente de la República y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas se vio obligado el viernes a destituir al responsable de Academil (https://bit.ly/3owyQmY).

Que oficiales generales de nuestras Fuerzas Armadas mantengan esas prácticas supone que nuestro dispositivo militar tiene en sus filas a personas totalmente ineptas, que lejos de garantizar la defensa nacional, la ponen en peligro.

No hay dudas acerca de que la profesión militar exige forjar el carácter, porque ella exige, más que ninguna otra, la capacidad de sobrevivir a pesar de intenso dolor emocional y físico. Lo que no es verdad es que la manera de forjar el carácter sea la tortura.

Hay un capítulo sumamente vidrioso y moralmente discutible en los entrenamientos militares, especialmente en países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el que denominan “resistencia a interrogatorios”, que recurrentemente da lugar a denuncias por torturas que condujeron a imponerles estrechos y severos límites, recaudos absolutamente distintos a los de estos códigos de supuesto “honor”, pues requieren aceptación voluntaria expresa y específica, exámenes médicos especiales y derecho a abortar el entrenamiento (“https://bit.ly/3LF9YSP’' “https://bit.ly/37cHUqZ“), cosas que no existen en la aplicación de dichos dudosos códigos. Y aún así generan legítimos cuestionamientos.

Eso, porque está claro para cualquiera que el entrenamiento militar exige discernimientos que, obviamente, no se realizan en Academil. Una cosa es alguien con vocación militar y otra, muy distinta, es alguien con vocación militar que se ofrece de voluntario para operaciones especiales.

El resultado que obtienen quienes en nuestro país admiten esos códigos de supuesto “honor”, según se observa de la decadente evolución de nuestras Fuerzas Armadas, es su mera degradación moral, que explica la ineficacia absoluta de nuestros cuerpos combatientes frente a las gavillas terroristas del Norte y su complacencia ante el contrabando, como ocurre en nuestra Marina.

Este resultado es consistente con la Historia Militar: Ningún ejército articulado por la tortura de sus propios oficiales ha ganado ninguna guerra en los últimos 125 años y nosotros no somos la excepción.

evp@abc.com.py

Lo
más leído
del día