Ante la desazón, una sonrisa

El gran jurista paraguayo don Teodosio González, tuvo una “iluminación” en la que pretendió ver algún tipo de encendido romance entre el Infortunio y nuestra pequeña, bilingüe y mediterránea Nación. Así, en su libro “Infortunios del Paraguay”, publicado allá por 1.931, se refería a los avatares del pueblo paraguayo y decía al respecto: “El infortunio, en estos tiempos más graves para los hombres como para los pueblos, que en tan alto grado aqueja al Paraguay de modo crónico, es la pobreza”.

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Se comenta que este gran abogado, sumamente ilustrado y sin dudas uno de los prohombres del derecho paraguayo, no era muy optimista en lo que refiere a la realidad nacional. Su visión en la obra citada era contundente al respecto: “El país más heroico, pero también más pobre de la América, que vive contemplando su pasado, adormecido por el arrullo de su Epopeya”.

A ver, sí, claramente la vergonzosa Triple Alianza nos golpeó, pero el país, a pesar de todo, supo sobreponerse al genocidio, y apenas 65 años más tarde ganó una guerra a fuerza de coraje, garra y sin vaciar las arcas públicas o incurrir en enormes préstamos. No obstante, otro fiel cronista de las miserias del país profundo como lo fue el gran Augusto Roa Bastos, que refleja el dolor del pueblo en sus obras, a su regreso de un largo exilio tras la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner, en un artículo de la prensa allá por los ´90, con el ánimo decaído por los pocos avances de la transición democrática, quizás se haya embebido del espíritu de Don Teodosio cuando escribió aquella frase que se volvería su marca registrada: “El Infortunio se enamoró del Paraguay”.

Es la frase que nos viene a la memoria cada vez que ocurre algo negativo o apocalíptico, cuando se desata un incendio voraz o una tormenta destecha media Chacarita, se descubre un nuevo fato que compromete a nada menos que el Comandante de la Armada, un crimen horrendo conmociona a toda una localidad o se da alguna forma de abuso de poder o injusticia manifiesta.

No obstante, la particular forma de ser de los paraguayos le ha dado vuelta –por suerte- a esta frase que, si la tomamos demasiado en serio, nos pone en serio riesgo de convertirnos efectivamente en unos infortunados, pero sobre todo de espíritu. Porque también Roa Bastos plasma en sus obras la fuerza de la resistencia a la opresión, hace una oda a la energía creadora del pueblo, y particularmente nos resistimos a darle un sentido de derrotismo a la frase, por lo que hemos decidido –como corresponde- apreciar la belleza poética de una metáfora potente.

Los paraguayos de ninguna manera nos hemos dejado ganar por el infortunio, sino que hemos, con las exiguas armas que disponemos y desde nuestra realidad socio/geográfica/cultural, afrontado todas las crisis habidas y por haber: Sequía, malas cosechas, inundaciones, quemazones enormes, malos gobiernos precedidos de pésimos gobiernos, actitudes siempre ventajistas por parte de nuestros vecinos (siempre el problemas de las asimetrías geopolíticas), pasando por crisis bancarias y hasta el penal malogrado por Tacuara, y lo hemos hecho con altura y usando siempre e indefectiblemente un arma muy paraguaya que es el sentido del humor.

Sobre el optimismo, se entiende “la tendencia de ver y juzgar las cosas en su aspecto más positivo o más favorable”. Y somos así… vemos el vaso siempre medio lleno, y si se llegara a vaciar… seguro que aparece el compadre con otra botella para celebrar que nuestro equipo se eliminó nuevamente de una copa internacional, “pero seguro que la próxima vez ganamos, de punta a punta”.

Los paraguayos tenemos esa gran habilidad de interpretar el mundo que nos rodea con una especie de mirada risueña. Es más, podemos detectar en cualquier situación los rasgos de comicidad que se deprenden de ella y usarlos para reinterpretar los hechos de una forma más desenfadada. Y si quedara alguna duda de esto, solo imaginen los memes de Megan Fox y su novio caminando por la Costanera.

No hay mejor forma de mejorar la autoestima y estar en paz con uno mismo que reírse de los errores y las situaciones vergonzosas o negativas que suceden en la vida, y nos pasa todo el tiempo. Casi no llovió en año y medio, y el día en que se tenía que llevar a cabo el megaconcierto se largó a llover de tal forma, que el sitio del espectáculo –y toda Asunción- se convirtieron en un charco. Y en medio de esa calamidad –al margen de la enorme pérdida económica- se dieron la oportunidad a infinidad de memes (la versión más actual del humor) que abarcaban desde muchachos conversando sobre el techo de su camioneta ahogada en un túnel inundado, pasando por niños jugando en el raudal, peatones varados trepados a una muralla y asidos a una reja y muchísimas otras imágenes gráficas acompañadas o no de texto, que nos ayudan a olvidar mientras reímos que también se derrumbó nuestra muralla del fondo de la casa.

No hay nada mejor que reírse de uno mismo y de los problemas, también ayuda a perdonarse por los errores cometidos y a aceptar que somos falibles, esto por otro lado nos hace más atractivos hacia los demás, porque los juzgamos como nos juzgamos a nosotros mismos. El humor como mecanismo de defensa es válido, y también ayuda a empuñar con mayor fuerza y optimismo las herramientas necesarias para enmendar lo mal hecho.

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